Escrito por PSTU - Argentina
El
21 de agosto de 1940 moría asesinado en México León Trotsky, dirigente
junto a Lenin de la Revolución Rusa de 1917. El día anterior, Ramón
Mercader, un agente de Stalin que simulaba ser simpatizante del
trotskismo, había descargado a traición un piquetazo sobre su cabeza en
su casa del barrio de Coyoacán.
Trotsky
había logrado asilo político en México en 1937, 8 años después de su
expulsión de la URSS y de que gobiernos de distintos países europeos le
negaran la residencia.
Al
momento de su asesinato, muchos de los principales dirigentes del
partido bolchevique que junto a Lenin, habían dirigido la Revolución de
octubre, habían sido exterminados por Stalin luego de los famosos
juicios de Moscú, en los que fueron condenados (incluido Trotsky) por
falsos crímenes y traiciones en base a monstruosas falsificaciones y
forzadas “confesiones”. Culminaba así el proceso de burocratización del
primer Estado obrero, que cobró fuerza a la muerte de Lenin,
entronizando una casta burocrática contrarrevolucionaria que, amparada
en la falsa teoría del “socialismo en un solo país”, luego de cinco
décadas terminaría restaurando el capitalismo donde había sido
expropiado.
Miles
de partidarios de la oposición de Izquierda, que Trotsky encabezó en la
URSS, fueron perseguidos, asesinados y encarcelados. La clase obrera
china, alemana y española sufrieron crueles derrotas por responsabilidad
de los partidos comunistas orientados por la Komintern (Internacional
Comunista), copada por el stalinismo. Así como la muerte en la guerra
civil de gran parte de la vanguardia obrera revolucionaria y la derrota
de la Revolución Alemana permitieron el surgimiento del stalinismo en la
URSS, las nuevas derrotas a su vez habían franqueado el paso a Hitler y
al estallido de la Segunda Guerra Mundial. Los partidarios de Trotsky
eran apenas un puñado pero éste seguía siendo para Stalin su peor
enemigo, y acabar con su vida, su obsesión.
No
era el rencor personal la principal razón, sino la fría lógica
contrarrevolucionaria. Trotsky encarnaba en sí mismo la experiencia de
las tres revoluciones rusas (1905, Febrero y octubre de 1917) y las
tradiciones revolucionarias del partido bolchevique. Mientras Trotsky
viviera, un nuevo ascenso de masas provocado por las penurias de la
nueva guerra, podría encontrar en él y la recién fundada IV
Internacional, una alternativa de dirección revolucionaria.
Su obra más importante
Trotsky,
dos veces presidente del Soviet de Petrogrado, fundador y organizador
del Ejército Rojo, el genial teórico y dirigente del Partido Bolchevique
y la Tercera Internacional consideraba, sin embargo, que su tarea más
importante había sido la fundación de la Cuarta Internacional. Luego de
que la criminal política del stalinismo había permitido el triunfo del
nazismo en Alemania, él concluyó que el komintern se había pasado
definitivamente al bando de la contrarrevolución.
Era
imprescindible fundar una nueva internacional que continuara la pelea
por la construcción de una dirección revolucionaria mundial para la
clase obrera. La nueva internacional, apenas agrupaba a algunos
centenares de cuadros revolucionarios en todo el mundo, pero era fuerte
por su dirección, su moral y sus principios revolucionarios y por la
teoría y el programa que la cimentaban: la Teoría de la Revolución
Permanente y el Programa de Transición. Por eso, pese al golpe
cualitativo que significó la pérdida de su principal dirigente, la
Cuarta sobrevivió a su fundador. Trotsky tuvo razón, había logrado
salvar la continuidad del marxismo revolucionario para las nuevas
generaciones.
Un programa para la crisis actual
A
fines de los ’80 y comienzos de los ’90 las masas soviéticas y de
Europa oriental protagonizaron grandes revoluciones que liquidaron por
fi n los regímenes stalinistas, liberando a los trabajadores del mundo
de ese siniestro aparato contrarrevolucionario. Fue una colosal victoria
que abrió una nueva etapa revolucionaria mundial, en la que a mediados
del 2008 estalló la más grande crisis del capitalismo desde el año 1929.
La crisis se profundiza semana a semana y en los países imperialistas los gobiernos organizan gigantescos rescates financieros de billones de dólares para salvar a los bancos y empresas más importantes. Grecia y España están ya en bancarrota, Italia y Portugal le siguen los pasos y toda la Unión Europea se sacude. La receta de los gobiernos para superarla es la vieja y amarga medicina capitalista: salvajes ataques al empleo, el salario, las jubilaciones, las condiciones de trabajo, los presupuestos de salud y educación, un aumento brutal de la explotación. En palabras de Trotsky “la burguesía retoma cada vez con la mano derecha el doble de lo que diera con la izquierda”.
Esto
ha detonado una respuesta de los trabajadores y sectores populares como
hace décadas no se veía. Millones de obreros han protagonizado
combativas huelgas generales en Grecia y España. Centenares de miles
salen a las calles en el Estado Español contra el ajuste y dan apoyo de
masas a la heroica huelga de los mineros del carbón.
Pero
este es también el momento en que el programa de la IV Internacional
demuestra su plena vigencia y su validez histórica como la única salida
real a favor de los trabajadores a la brutal crisis. Medidas como la
escala móvil de salarios de acuerdo a la inflación, el reparto de horas
de trabajo con el mismo sueldo para garantizar el empleo, la
nacionalización sin indemnización de la banca y las principales empresas
con control de sus trabajadores, contenidas en el Programa de
Transición, se vuelven imprescindibles para dotar al movimiento obrero y
popular de un plan obrero alternativo. Y son, como planteaba Trotsky,
el puente por el que puede hoy avanzar con su movilización el movimiento
obrero para conquistar su propio gobierno y abrir el camino a una
salida socialista.
Por la reconstrucción de la IV Internacional
La
Liga Internacional de los Trabajadores (Cuarta Internacional),
organización internacional fundada por Nahuel Moreno de la cual hace
parte el PSTU, cumplió este año 30 años de existencia. Es heredera de la
corriente encabezada por Moreno, que batalló durante décadas al
interior de la IV contra el abandono de los principios revolucionarios,
que llevaron a la crisis y dispersión del trotskismo. Luego de superar
una fuerte crisis debido a la muerte de nuestro principal dirigente, y
al “vendaval oportunista” que arrasó a la izquierda en los ‘90, la LIT
(CI) ha retomado con fuerza la batalla por la reconstrucción de la IV y
el reagrupamiento de los revolucionarios.
Fruto
del rearme teórico, programático y político de los últimos años ha
logrado instalarse dinámicamente en Europa, uno de los centros actuales
del proceso revolucionario mundial, incorporando nuevas secciones como
el Partido de Alternativa Comunista de Italia, el Movimiento Alternativa
Socialista de Portugal y recientemente Corriente Roja del Estado
Español, que está jugando un destacado rol en el enfrentamiento al
gobierno de Rajoy, y en el apoyo a la lucha minera y el agrupamiento del
sindicalismo alternativo. También se ha extendido a nuevos países en
Latinoamérica como Honduras, Colombia, Costa Rica y El Salvador.
A
72 años del asesinato del gran revolucionario ruso, desde el PSTU
reivindicamos con orgullo su legado y una vez más hacemos nuestro su
viejo grito de guerra: Obreros y obreras de todos los países,
agrupaos bajo la bandera de la Cuarta Internacional. ¡Es la bandera de
vuestra próxima victoria!
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