Nuevamente nuestro país atraviesa un proceso
electoral para elegir un nuevo presidente. El poder de seducción de la
democracia tal y como la conocemos hoy sigue concitando ilusiones, a pesar del creciente
descontento social o justamente para utilizarlo como una válvula de escape de la insatisfacción popular.
El “normal desarrollo del proceso electoral” se ha visto alterado debido
a la intervención y extraño juego del Jurado Nacional de elecciones (JNE). Esta
institución decidió retirar de carrera a dos candidatos, uno de ellos amenazaba
destronar el liderazgo de Keiko Fujimori, la favorita de las encuestadoras y
los grandes medios. Sin embargo, el JNE, ante las denuncias contra Keiko y
Fuerza Popular, que sistemáticamente viene regalando dinero o ‘productos’, no
ha reaccionado con la misma presteza y celo para hacer cumplir la ley. En lugar
de eso, el jurado electoral dijo que no procede la tacha contra Keiko. Esta
actuación ha provocado serios cuestionamientos sobre su parcialidad, la
existencia de juego sucio y de fraude, lo que empaña el proceso. Su reacción también
ha provocado una serie de masivas movilizaciones antikeiko y contra el JNE, en
todo el país.
Ante una serie de evidencias que implican a Keiko Fujimori, intentando
ocultar o disimular el escándalo, el jurado ha “cambiado de opinión” y dio un
plazo para investigar y plantear la tacha. Pero ya es tarde, por acción y
omisión el papel del JNE genera serios interrogantes sobre su imparcialidad, existen
dudas razonables sobre su imparcialidad. La relación de dos de sus miembros con
el Apra es más que cuestionable, existe un conflicto de interés. De esos dos
uno tiene acusaciones graves y convincentes de corrupción. También existe una
magistrada del JEE investigada por lazos con Montesinos. Y será ella la que tendrá voto decisivo
cuando se evalúen los pedidos de exclusión de Fuerza Popular de la campaña
electoral por entregar dinero durante mítines. Esta parcialidad escandalosa del
jurado electoral, cuenta con la complicidad de García, Kuczynski, Fujimori,
además de los medios de prensa más poderosos del país, con su séquito de
opinólogos. ¡Y contra toda evidencia! ¡Este es el jurado electoral que tenemos!
Entonces crece la percepción en la población que la candidatura de Keiko
se sostiene por la parcialidad del JNE, por los medios, por las encuestadoras,
por los partidos alineados con este régimen. El JNE a los ojos de la población ya
no es una institución creíble. A contramano, Alan y PPK han expresado
públicamente que el JNE no tache a Keiko, los medios y las encuestadoras tocan
la orquesta.
El proceso electoral entonces está muy movido, alterado. Mientras pasan
los días, se mueven las encuestas, se multiplican las especulaciones, migran
las adhesiones, se hacen toda clase de conjeturas. El papel del JNE no había
suscitado tanta controversia desde el año 2000 en que Alberto Fujimori buscaba
su tercera reelección. Hoy se saca la mascareta.
¿Qué alternativas
tenemos los trabajadores y la juventud, los más pobres y explotados?
Algunas propuestas de izquierda no pasan de ser promesas de campaña. Por
ejemplo, ¿reformar la policía o el poder judicial?. Es algo imposible de
cambiar si no se empodera la clase trabajadora y el pueblo organizado. Frente
al negociado de la Shell con nuestro gas, apenas se plantea la renegociación, Esa
propuesta no se diferencia, de Barnechea o del gobierno actual. La recuperación
de los recursos naturales para desarrollar la industria nacional, no existe en
el vocabulario de ningún candidato. Esa sería mejor política en defensa de
nuestra soberanía
No existe, en el actual proceso electoral, una alternativa que plantee
un horizonte socialista. La izquierda electoral ofrece gobernar con algunos pequeños
cambios y maquillajes el régimen actual plagado de corrupción. Ninguno de los
candidatos de izquierda representa las demandas de cientos de miles de
trabajadores de las minas, las industrias y el agronegocio, verdaderos
generadores de la riqueza, que sufren la precariedad laboral, sobreexplotación
y salarios miserables. No existe una alternativa de izquierda y los
trabajadores que busque un gobierno soberano basado en la democracia directa,
no en la caricatura de democracia que vivimos hoy.
Consideramos
que es pérfido tratar de cooptar a los luchadores/as y activistas que luchan y
se movilizan para desviarlas hacia salidas legalistas en el marco del
corrompido régimen democrático actual.
Hoy, desde
la izquierda electoral se mira con indiferencia, incluso con desprecio, a la
clase obrera. Disuelven la existencia de este importante sector social en
conceptos como la “gente”. Son discursos muy funcionales para la democracia tal
cual está hoy. Para peor, la dirigencia de la CGTP, defiende la aprobación de
una ley laboral (LGT) negociada con la
patronal a espaldas de los trabajadores.
La
izquierda y el papel de la burocracia sindical, en estas elecciones, no
representan las necesidades y anhelos de los más oprimidos entre los oprimidos
ni de los más explotados entre los explotados.
Los trabajadores y trabajadoras del país, los jóvenes que se irán
sumando al ejército laboral, el pueblo organizado tenemos que recuperar la
confianza en nuestras propias fuerzas. Movilizarnos contra la corrupción,
contra las mafias políticas que las fomentan, salir a las calles para derrotar
ese tratado transnacional que como último gran servicio a las corporaciones
extranjeras basadas en EEUU quiere hacer aprobar este gobierno. ¡Abajo el TPP!
La alternativa es la lucha independiente y desde abajo, para entrelazar
nuestras luchas y solidaridad con las comunidades amazónicas afectadas por el
derrame de petróleo, contra la privatización del agua, contra el alza del costo
de vida, contra los despidos indiscriminados, por la defensa de nuestros
derechos laborales, contra la precarización laboral, la sobreexplotación nadie
lo hará por nosotros.
Votar viciado.
Tacha el juego sucio del JNE.
Por estas consideraciones, en estas elecciones estamos convencido que lo
mejor es votar por todos o tachar con una gran X toda la cédula electoral.
Ninguno nos representa. Estamos convencidos que esta elección es una más y que
poco o nada cambiará para las mayorías nacionales. Votar por cualquiera de los
candidatos sólo significará elegir al próximo verdugo del pueblo peruano.
Hoy más que nunca está planteado el voto castigo, el voto viciado.
Porque gane quien gane, el resultado de anteriores elecciones lo confirma:
ganan los ricos, gana la CONFIEP (Confederación de empresarios), gana la
Sociedad Nacional de Industrias, gana el capital transnacional. El voto viciado
es un voto castigo contra esta democracia de los ricos y poderosos, contra esta
democracia plagada de corrupción, de impunidad y donde la inseguridad crece día
a día.
Estamos por
la recuperación de nuestros recursos para industrializar el país. Para ello
tenemos que nacionalizarlos.
Luchamos y
denunciamos los miles de despidos arbitrarios que se están realizando a la
sombra del proceso electoral. Restitución inmediata. Alto a los despidos.
Estamos
contra los régimenes especiales de contratación laboral, contra las servis,
contra la superexplotación. Nivelación salarios por rama y género de acuerdo al
costo de vida.
Estamos
contra el tratado transpacífico que es acuerdo colonialista fomentado por el
gobierno norteamericano en beneficio de sus grandes corporaciones. No al TPP.
Revisión de los tratados que mellen nuestra soberanía nacional.
Propugnamos
por el autogobierno obrero y popular y por la construcción de una sociedad
superior a la actual con democracia directa, una sociedad socialista.
Historia de
las promesas electorales
Un breve repaso a la historia electoral de los
últimos 30 años nos muestra una constante de cada elección: el anhelo popular de grandes
cambios sociopolíticos y económicos que luego del voto son vilmente
traicionados.
En las elecciones de 1990 el país vivía una fuerte
polarización política. Los peruanos vivíamos una galopante inflación y
descontrol económico e inestabilidad política-social bajo el 1er gobierno
aprista de Alan García. El candidato de la derecha Mario Vargas Llosa planteaba
un shock económico que era rechazado por los trabajadores y sectores populares.
Entonces apareció de entre la multitud de Alberto Fujimori, que planteaba:
“honradez, tecnología y trabajo”. Fujimori era un personaje gris y desconocido
hasta entonces. Para crecer en las encuestas ofreció no shock, es decir, contra
la derecha representada por Vargas Llosa. Ganó las elecciones con el apoyo de
casi toda la izquierda de entonces. Una vez electo su primera medida fue
aplicar un brutal shock económico que pagamos los peruanos, no los empresarios.
Esa medida creo bolsones de miseria y pobreza extrema. Pocos meses después, la
noche del 5 de abril de 1992 dio un golpe de Estado que encaminó al país en una
historia negra que todos queremos dejar atrás. Con el pretexto del combate al
terrorismo persiguió y eliminó todo tipo de oposición política. Dirigentes
sindicales y populares fueron detenidos y miles desaparecidos. Reprimió,
persiguió, encarceló y asesinó impunemente a quienes se le oponían. Compró la
prensa escrita y la TV en la salita del Servicio de Inteligencia Nacional
(SIN). Fomentó, junto con su socio Vladimiro Montesinos la narcopolítica via
narcoaviones presidenciales. Mediante la constitución bastarda del 93, hecha a
su medida, favoreció al gran capital y privatizó todo lo que pudo. Fujimori
robó al país en favor de sus hijos, familiares y allegados. Este período oscuro
de nuestra Historia terminó con el escándalo de los vladivideos que pintó de
cuerpo entero a la dictadura de los años 90, terminó con la fuga de Fujimori y
su renuncia por fax tras una gran movilización nacional de “los cuatro suyos”.
A la caída de Fujimori, sobrevino un periodo de
transición, hábilmente aprovechado por mafias políticas para negociar el
“retorno a la democracia”. El país volvía al Estado de Derecho, es decir, se
abrió un nuevo período de vida política que, sin embargo, heredó elementos del
régimen anterior, su constitución bastarda, todo un andamiaje legal y la
existencia de partidos políticos mafiosos que fomentaron la cultura de la
corrupción y la impunidad. En este marco ha ido creciendo la inseguridad, el
sicariato y de la existencia de bandas criminales, gran parte de ellas formadas
por ex policías.
El año 2001, se realizaron las primeras elecciones
post dictadura. Estas se realizaron bajo el manto de una antidemocrática ley
electoral, heredada de la dictadura fujimorista, que imposibilita la
participación obrera y popular con candidatura propia. Entonces el pueblo
peruano optó por el “cholo”, Alejandro Toledo. Una vez en el poder, Toledo no
hizo otra cosa que alinearse con los poderosos y los planes norteamericanos. El
“cholo de Harvard” se había convertido en un agente de intereses extranjeros.
Terminó su gobierno repudiado por la población y por ser un gobierno
continuista del modelo económico neoliberal impuesto el año 92 por la
dictadura. La situación de la clase obrera continuó deteriorándose bajo leyes
de flexibilización laboral, en particular en los sectores minero-metalúrgicos,
especialmente los tercerizados y precarizados, en los obreros y obreras de la
industria textil, alimentos y del agro-negocio.
El 2006, vinieron nuevas elecciones, también bajo
la antipopular ley electoral fujimorista. Nuevamente, ante la falta de
alternativa de un gobierno de los trabajadores, reapareció la figura de Alan
García, que sabiendo que la población seguía buscando una alternativa de
cambio, ganó las elecciones con el eslogan “cambio responsable”, para captar el
voto joven utilizó la imagen de la “estrellita reggaetonera”. Está fresca en la
memoria el baguazo, los faenones, y narcoindultos. La corrupción durante su
gobierno creció y se fue arraigando como algo normal. El de García fue un
gobierno totalmente ligado a la derecha y los empresarios. Por supuesto no hubo
“cambio responsable” sino una mafia política que capturó el estado como un
botín.
En las elecciones de 2011, ofreciendo un programa
para la transformación del país ganó Ollanta Humala. Pero fue uno más que terminó
traicionando sus promesas y gobernando a espaldas del pueblo que lo eligió. Se
transformó en un títere del poder capitalista y termina su mandato gobernando
para los ricos y transnacionales, es repudiado e investigado por
enriquecimiento ilícito.
Como se puede comprobar las elecciones son una
tribuna para crear ilusiones, hacer todo tipo de promesas y engañar al pueblo,
que termina eligiendo a su próximo verdugo. La experiencia de todas las
elecciones anteriores nos muestra que gane quien gane, ganan los ricos y los
inversionistas extranjeros, mientras crece la desigualdad y la exclusión de
millones de peruanos y se mantiene en el atraso zonas enteras del país.
Juventud Socialista Cusco
Marzo, 2016
Imágenes: Álvaro Portales y Carolos Tovar "Carlín"