viernes, 20 de noviembre de 2015

TEORÍA: Después de la crisis 2007-08: CONTRADICCIONES DEL CAPITAL Algunas consideraciones






Las crisis son esenciales para la reproducción del capitalismo y dentro de estas intentar superar sus desequilibrios, confrontarlos, remodelarlos y reorgani­zarlos para crear una nueva versión de su núcleo dinámico. El tema es si lo está logrando o no.
En medio de una crisis es difícil prever dónde puede estar la salida, pues las crisis no son acontecimientos sencillos y la última gran crisis capitalista dispone de una acumulación sin precedentes y una clara ventaja sobre el mundo laboral en prácticamente todo el mundo.
Un poquito de historia. Las crecientes desigualdades en términos de riqueza monetaria y de renta de la década de 1920 y la burbuja de los activos del mercado inmobiliario, que explotó en 1928 en Estados Unidos, presagiaban el colapso de 1929. De hecho, la forma de salir de una crisis contiene en sí misma las raíces de la siguiente crisis. La crisis capitalista arrastrada durante tanto tiempo que comenzó con el desplome de la bolsa de 1929, no se resolvió definitivamente hasta la década de 1950, después de que el mundo pasara por la Gran Depresión de la década de 1930 y la consiguiente carnicería y destrucción mutua de los principales países capitalistas en la Segunda Guerra Mundial. Posteriormente, la crisis subsecuente que advirtió la turbulencia en los mercados de divisas internacionales a fines de la década de 1960 y los acontecimientos de 1968 (Mayo francés, los conflictos en Chicago, Ciudad de México y Bangkok) no se solucionó hasta mediados de la década de 1980, después de haber pasado, a principios de la de 1970, por el colapso del sistema monetario internacional establecido en 1944 en Bretton Woods, por una década turbulenta de luchas laborales (la de 1970) y por el ascenso y la consolidación de las políticas del neoliberalismo bajo la égida de Reagan (EEUU), Thatcher (Inglaterra), Helmut Khol (Alemania), Pinochet (Chile) y Deng Siao Ping en China.
Entonces podemos decir que las crisis sacuden hasta la médula nuestras concepciones mentales y nuestra posición en el mundo. Y todos nosotros, participantes activos o pasivos del mundo nuevo que emerge luego de una crisis, tenemos que adaptarnos al nuevo estado de cosas mediante la coerción o el consentimiento, aunque añadamos nuestro granito de arena al estado calamitoso del mundo a causa de lo que hacemos y de cómo pensamos y nos comportamos.
De hecho, tenemos que saber y no olvidar que la forma de salir de una crisis contiene en sí misma las raíces de la siguiente crisis. Por ejemplo, la financiarización global que se asentó en el hiperendeudamiento y prácticamente sin regulaciones que se inició en la década de 1980 como una manera se confrontar los conflictos con la clase obrera y el movimiento de masas, tuvo como resultado (al facilitar la movilidad y la dispersión geográficas del capital, con entrada y salida prácticamente sin restricciones del capital), la caída del banco de inversiones Lehman Brothers el 15 de septiembre de 2008, que fue la chispa que desencadenó los colapsos financieros en cascada de grandes bancos y financieras que dio inicio a la actual crisis mundial.
Si el pasado sirve de algo, sería necio esperar ahora indicaciones claras sobre qué aspecto tendría un capitalismo revitalizado (si es que tal cosa fuera posible), pero ya deberíamos contar con diagnósticos concurrentes sobre lo que está mal y con una proliferación de propuestas para enmendar las cosas. Lo que sorprende, hoy en día, es la penuria de teorías o estrategias políticas que expliquen y confronten al capital en todo el mundo. La némesis del sistema capitalista se encuentra debilitada al extremo por el momento.
Debido a ello, sea cual sea la estrategia política que se siga, el resultado sigue favoreciendo al club de los multimillonarios que constituye ahora una plutocracia cada vez más poderosa tanto a escala nacional como planetaria (Ejemplo: caso de Rupert Murdoch).
Los cien multimillo­narios más ricos del mundo (de China, Rusia, India, México e Indonesia, tanto como de los centros tradicionales de riqueza de América del Norte y Europa) añadieron 240 millardos de dólares a sus arcas solo en 2012 (suficiente, calcula la Oxfam, para terminar con la pobreza mundial de un día para otro).
En comparación, en el mejor de los casos, el bienestar de las masas y sociedades enteras se estanca, o más probablemente se degrada de manera acelerada o incluso catastrófica (como en Grecia y España y otras naciones).
Desde su fundación (1694 en el caso británico), el papel de los bancos centrales ha sido proteger y rescatar a los banqueros y no el ocuparse del bienestar de la gente. El hecho de que Estados Unidos haya podido salir estadísticamente de la crisis en el verano de 2009 y de que las bolsas, casi en todas partes, hayan recuperado sus pérdidas, ha sido consecuencia directa de las políticas de la Reserva Federal. ¿Augura esto un capitalismo global dirigido por la dictadura de los bancos centrales del mundo cuya misión principal es proteger el poder de los bancos y los plutócratas? Es una tendencia o una posibilidad, aunque no una certeza porque el ajedrez mundial no ha entrado en jaque mate.
Las fuerzas de la izquierda tradicional (partidos políticos y sindicatos) se han demostrado claramente incapaces de organizar una oposición sólida contra el poder del capital, a pesar del heroísmo de muchas de sus luchas. Han sido derrotadas tras treinta años de ataques ideológicos y políticos por parte del sistema, es decir, la derecha, la reacción y sus agentes, mientras el socialismo continúa su descrédito sobretodo por la furibunda guerra propagandística de la superioridad del capitalismo y el ‘fin de la Historia’. El colapso estigmatizado del comunismo realmente existente y la «muerte del marxismo» después de 1989 pusieron las cosas peor todavía. Lo que queda de la izquierda radical o mejor aun, revolucionaria, actúa ahora mayoritariamente fuera de los canales de la oposición organizada o institucional, esperando que las accio­nes a pequeña escala y el activismo local puedan a la larga converger en algún tipo de gran alternativa satisfactoria.
Irónicamente, hoy en día, aparece un sector de esta izquierda, que acoge una ética antiestatista libertaria e incluso neoliberal, alimentada intelectualmente por pensadores como Michel Foucault y todos los que han vuelto a juntar los fragmentos posmodernos bajo el estandarte de un posestructuralismo, en gran medida incomprensible, que favorece las políticas identitarias y se abstiene de los análisis de clase. Esto es consecuencia de la influencia negativa de esa guerra ideológica capitalista desatada desde fines de la década de los años 80.
Los puntos de vista y acciones autónomos, anarquistas y localistas abundan por doquier, pero dado que este sector de la izquierda quiere cambiar el mundo sin tomar el poder, la clase capitalista plutócrata, cada vez más consolidada, se mantiene incólume sin que se desafíe su capacidad de dominar el mundo ilimita­damente. La clase gobernante luego de la crisis global (2007-08) se apoya en un Estado de seguridad y vigilancia que no duda en la utilización de la policía e incluso el ejército para aplastar cualquier tipo de disidencia en nombre de una supuesta lucha antiterrorista. Nueva muletilla globalizada del sistema para debilitar las resistencias.
Para casi todo el mundo es evidente que el motor económico del capitalismo está pasando por dificultades graves. Avanza a bandazos entre chisporroteos que amenazan con una parada en seco o explosiones episódicas sin previo aviso aquí y allá. Las señales de peligro aparecen a cada paso junto con los pronósticos ficticios de una vida plena para todos en algún punto del camino. Nadie parece comprender de manera coherente el cómo, no digamos ya el porqué, de que el capitalismo esté en un momento tan malo. Sin embargo, esto siempre ha sido así, es recurrente. Las crisis mundia­les han sido siempre, como Marx dijo una vez: «la concentración real y el ajuste forzoso de todas las contradicciones de la economía burguesa»:
“En las crisis del mercado mundial se revelan aparatosamente las con­tradicciones y antagonismos de la producción burguesa. En lugar de investigar cuáles son los elementos contradictorios que entrechocan, los apologetas se contentan con negar la catástrofe misma y se obstinan en afirmar, frente a su periodicidad regular, que si la producción tuviese lugar según prevén los manuales, nunca se darían crisis. La apologética se resume pues en el falseamiento de las relaciones económicas más simples y especialmente en sostener la unidad frente a la contradicción”. Karl Marx, Teoría de la Plusvalía, tomo 2, p. 500.

Las contradicciones no son siempre rotundamente malas y eviden­temente no se trata de sugerir connotaciones automáticamente negativas. Pues las crisis pueden constituir y de hecho son una fuente fecunda de cambio social y personal de la que las personas y sociedad pueden salir mucho mejor que antes de la crisis. No es verdad que siempre sucumbimos en las crisis y nos perdemos en ellas. De hecho, podemos utilizarlas creativamente. Una contradicción puede ser con frecuencia la «madre de una invención», la llave de una vida y mejor futuro.
Sin embargo, dentro del sistema actual y con sus poderes intactos, las contradicciones tienen la desagradable costumbre de no ser resueltas sino simplemente desplazadas. Observemos bien este principio, porque aparece una y otra vez.
Las contradicciones del capital han generado a menudo innovaciones, muchas de las cuales han mejorado la calidad de la vida cotidiana. Cuando las contradicciones dan lugar a una crisis del capital, una crisis profunda seria, como la actual, pueden propiciar o generar momentos de «destrucción creativa». Rara vez sucede que lo que se crea y lo que se destruye esté predeterminado y menos aún que todo lo que se crea sea malo y todo lo que era bueno resulte destruido, y rara vez se resuelven totalmente las contradicciones. Las crisis son momentos de transforma­ción en los que el capital intente reinventarse a sí mismo o transformarse en algo diferente, revolucionario, convertirse en una luz o faro para la humanidad. Pero las crisis son también momentos de peligro cuando la reproducción del capital se ve amenazada por las contradicciones subyacentes y cuando el capital utiliza los peores factores para luchar por su sobrevivencia.
Marx nos advirtió que la tarea consiste en transformar el mundo más que en entenderlo o interpretarlo; pero enjuiciando la totalidad de sus escritos hay que reconocer que dedicó infinitas horas en la biblioteca del Museo Británico a la tarea de entender el mundo. Y  creemos que fue así, por una razón muy simple, la que se suele expresar bajo el término «fetichismo». Con ese término Marx se refería a las diversas máscaras, disfraces y distor­siones de lo que sucede realmente en el mundo que nos rodea. «Si todo fuera tal como parece superficialmente –escribía– no habría ninguna nece­sidad de ciencia». Para poder actuar coherentemente en el mundo tenemos que indagar bajo las apariencias superficiales, ya que estas suelen inducir a una actuación con resultados desastrosos.
Los profesionales de la medicina reconocen igualmente que existe una gran diferencia entre los síntomas y las causas subyacentes, habiendo transformado, con gran esfuerzo, su comprensión de las diferencias entre apariencias y realidades en el arte especializado del diagnóstico médico.
Así, Marx quería generar el mismo tipo de com­prensión profunda en lo que se refiere a la circulación y acumulación del capital, por debajo de las apariencias superficiales que disfrazan la realidad subyacente. El acuerdo o desacuerdo con sus diagnósticos específicos no es lo que nos importa ahora (aunque sería estúpido no tener en cuenta sus descubrimientos), sino reconocer la posibilidad general de que a menudo atendamos a los síntomas más que a las causas subyacentes y de tener que desenmascarar lo que sucede verdaderamente bajo múltiples capas de apa­riencias superficiales a menudo engañosas.
La contradicción entre realidad y apariencia es con mucho la más general y difundida que tendremos que afrontar al tra­tar de desvelar las contradicciones más específicas del capital. A cada paso nos esperan mistificaciones y máscaras.
El racismo y las discriminaciones de género se mantienen desde hace mucho tiempo y es evidente que la historia del capitalismo está intensamente plagada de racismo y es generalizada. Cualquiera podría entonces preguntarnos por qué no se incluyen las contradicciones de raza o de género (junto a muchas otras, como el nacionalismo, la etnicidad y la religión) como fundamentales en este estudio de las contradicciones del capital. La respuesta más breve e inmediata es que, aunque sean omnipresentes en el capitalismo, no corresponden específicamente a la forma de circulación y acumulación que constituye el motor económico del mismo.
Eso no significa en absoluto que no tengan ningún efecto sobre la acumu­lación de capital o que esta no les afecte (quizá sería mejor decir «infecte») igualmente o las explote activamente. El capitalismo ha impulsado claramente en varias épocas y lugares el racismo, por ejemplo, hasta el extremo de los horrores de los genocidios y los holocaustos vividos por la humanidad. El capitalismo contemporá­neo simplemente aprovecha las discriminaciones y la violencia de género, así como la frecuente deshumanización de la gente de color. Las intersecciones e interacciones entre racismo y acumulación de capital son muy evidentes y están poderosamente presentes, pero un examen de esas cuestiones no nos dirá particularmente nada sobre cómo funciona el motor económico del capital, por más que identifique una de las fuentes de donde extrae su energía.
Entonces podemos afirmar que no todo lo que sucede en el capitalismo es obra de las contradicciones del capital, pero sí podemos discernir las con­tradicciones internas del mismo que han generado la reciente crisis mundial del sistema económico actual.
Utilicemos una metáfora para explicarnos. Un gran buque que surca el océano es un lugar particular y complicado donde tienen lugar distintas actividades, relaciones e interacciones sociales. Distintas cla­ses, géneros, etnias y razas interactúan en formas a veces amistosas y otras violentamente conflictivas mientras transcurre el crucero. Los empleados, desde el capitán hasta el último grumete, están jerárquicamente organi­zados y algunos grupos (por ejemplo, los camareros que atienden a las cabinas) pueden estar enfrentados con sus supervisores y molestos con la gente a la que supuestamente deben servir. Podemos aspirar a describir en detalle lo que sucede en la cubierta y en las cabinas de ese navío y por qué. Pueden estallar contiendas entre los pasajeros de distintos puentes, aislándose los más ricos en los superiores para jugar una partida infinita de póquer y redistribuir la riqueza entre ellos, sin prestar ninguna atención a lo que sucede más abajo. Sin embargo, en la sala de máquinas de ese barco se alojan sus calderas y compresores, un potente motor que funciona día y noche proporcio­nándole energía que le permite desplazarse por las aguas marinas. Todo lo que sucede en esa nave depende de que ese motor siga funcionando. Si se estro­pea o estalla, el barco dejará de navegar.
Las interpretaciones erróneas conducen casi siempre a políticas erróneas cuyo resultado será profundizar más que aliviar las crisis de acumulación y la miseria social que se deriva de ellas. Se trata, de un serio problema en la totalidad del mundo capitalista actual: políticas erróneas basadas en una teorización errónea agravan las dificultades económicas y exacerban los trastornos sociales y la miseria resultante. Es lo que constatamos con las aparentemente nuevas políticas de sectores de izquierda que no son sino tibios y pobres intentos de combatir el capital y su democracia.
Necesitamos entonces una mejor comprensión de las con­tradicciones del capital, más que del capitalismo. Saber cómo funciona el motor económico del capitalismo, por qué funciona como lo hace, y por qué podría tambalearse, detenerse y eventualmente estar a punto del colapso.
Existen contradicciones que son fundamentales porque el capital sim­plemente no podría existir ni funcionar sin ellas. Todas ellas están entrelazadas de tal modo que hacen imposible modificar sustancialmente cualquiera de ellas, y menos aún abolirla, sin modificar seriamente o abolir las otras. Cuestionar el papel dominante del valor de cambio en el suminis­tro de un valor de uso como la vivienda, por ejemplo, supondría cambiar la forma y el papel del dinero y modificar, si no abolir, el régimen de derechos de propiedad privada que tan bien conocemos.
Cuando los contagios se multiplican y amplían (como sucedió claramente en 2007-2009), entonces se produce una crisis general, algo muy peligroso para el capital y que crea oportunidades para una lucha anticapitalista a escala de todo el sistema. Por eso es tan importante un análisis de las contradicciones capaces de generar tales crisis generales.


viernes, 6 de noviembre de 2015

98 años de la Revolución Rusa


A 98 AÑOS DE LA REVOLUCION RUSA



Todos los grandes logros de los que la civilización se puede ufanar hasta hoy se fundan en los hombros de quienes han sido y somos la mayoría de la humanidad; en los esfuerzos de su parte más creativa y más humilde que finalmente somos el sustento de ese desarrollo moderno. Los trabajadores. Y si no, ¿Que sería de los ricos sin quienes trabajan en sus negocios, manufacturas, fábricas, minas, usinas nucleares, bancos, financieras y etc. de instituciones que generan dinero para ser aprovechado solo esos poquitos que se adueñan de todo?, ¿Qué sería de los ricos sin los trabajadores que somos quienes finalmente compramos los que producen otros trabajadores?, ¿De qué tanto desarrollo nos hablan los que se apropian de todo si toda la inteligencia se usa solamente para generar nada más que dinero y más dinero?, ¿De qué tanto se ufana el orden social si uno no deja de escuchar entre las noticias que hay tanto hambre y desgracia por todas partes?, ¿Qué opción tendrán las nuevas generaciones de disfrutar lo que a la naturaleza le queda aún para brindarnos?, ¿Tendrán felicidad y gozo?, ¿Tendrán derechos para vivir mejor?
Cuenta la historia que se intentó crear otras leyes y otras instituciones que forjaran una mejor situación para la mayoría, que se intentó eso que hoy parece utopía para los más, la mayoría. Esa historia, aunque lamentablemente frustrada por un sector inescrupuloso de la izquierda que se adaptó al esquema capitalista, es sin embargo digna de recordar y reivindicar. Es la historia de la revolución en Rusia, esa historia que intentaron los trabajadores en Octubre de 1917.
¿Y qué de bueno tendríamos para recordar de ella para ese otro mejor futuro que el que hoy nos trae como pesadilla el capitalismo? Sus primeras medidas podrían quizás graficárnoslo.
La completa supresión de la división de la sociedad en clases.
El aplastamiento implacable de la resistencia de los explotadores.
El establecimiento de la organización socialista de la sociedad y la victoria del socialismo en todos los países.
Los primeros años de la revolución el pueblo consiguió enormes derechos y conquistas.
Se proclamó la implantación del control obrero, como primer paso, para las fábricas, talleres, minas, ferrocarriles y demás medios de producción y transporte pasen por entero a ser del estado obrero y campesino.


Quedó abolida la propiedad privada de la tierra. Toda la tierra, junto con los medios de producción agrícolas, es proclamada propiedad del pueblo trabajador.