sábado, 23 de marzo de 2013

Crítica de una literatura popular: “El machismo en cincuenta sombras”




Catharina Lincoln, de São Paulo (SP)

Una trilogía considerada el "porno da las mujeres casadas" ha tenido éxito de ventas y conquistó millones de lectoras y lectores. Esta historia de una supuesta "relación picante" ha tenido un alto record de ventas, en Brasil ha sido el libro más vendido en 2012, número uno en ventas por varias semanas en lo que va del 2013 y alrededor de 40 millones de copias vendidas por todo el mundo.
¿Qué hay detrás de este éxito?
El libro cuenta la historia a partir del punto de vista de la estudiante universitaria Anastasia Steele, una joven de 21 años que, luego de entrevistar al joven empresario Christian Grey para el periódico de su facultad, se ve involucrada en una relación con él.
Lo “extra” de la relación viene cuando esta jovencita, que es virgen hasta entonces, descubre que en el paquete de las maravillosas atribuciones del joven empresario (lindo, educado y millonario), viene también su opción por el mundo del “bondage, sadismo y masoquismo”. Sumergida en la vida del lindo y maravilloso Grey, acaba firmando un contrato en el cual acuerda ser su sumisa sexual. A pesar de ello, está en constante conflicto con los "juegos" que impregnan ese mundo de “bondage, sadismo y masoquismo”.
Podría hasta pasar más como un libro del tipo agua con azúcar con un toque de picante, muy común en la literatura hecha para “público femenino”. Pero el hecho es que el best-seller norteamericano retrata una historia acerca de los patrones de la opresión de las mujeres. ¿Por qué?

Yo domino su corazón y ud. es mi vida ¿?
“El machismo en cincuenta sombras”, una trilogía, trata sobre una historia de amor, dice la autora. Y en toda la historia nos intenta pasar la aparente idea de que, a pesar de su juventud la joven trataba de ser el dominante en la relación, al final de cuentas es quien de hecho domina. O sea el gran triunfo del personaje principal de esta trilogía es que consigue desarrollar y concretar un romance con el joven Grey, cuestión que él negaba y nunca tuvo hasta entonces.
La trilogía sigue literalmente la siguiente secuencia: Libro 1, enamoro, libro 2 matrimonio, libro 3, hijos. De esta manera queda claro que lo que hizo de la historia un best-seller mundial pasa, antes que nada, por la vieja y conocida fórmula de los romances populares en el cual la mujer da un giro, logra tener su hombre amado y cumple la misión moral pre-establecida para las mujeres en las historias de romances, en la propaganda, en el cine y hasta en las definiciones de las obras públicas.
El pasado agosto del 2012, el presidente sudafricano Jacob Zuma abrió una polémica al afirmar que “es un problema para la sociedad” que haya mujeres solteras, defendiendo el hecho que las mujeres deben tener hijos porque “eso les trae una capacidad adicional”. En la China se creó una especie de bullying para las mujeres solteras. Si una mujer china continúa soltera después de los 28 años, ella inevitablemente pasará a ser llamada “shengnu” (“mujer sobrante” en mandarín), un término creado y divulgado por la prensa oficial. Cuando se navega por el internet por los páginas web de las iglesias la cosa es aún más grave –decenas de cursos se ofrecen con el fin de “preparar a las solteras rumbo al altar”.
Presionadas todos los días para cumplir esa “misión de vida”, no es de extrañar que el libro –que toma la historia llevándola a una idealización extrema- haya encontrado eco en miles y miles de lectoras.
El machismo también aparece cuando analizamos más allá de la historia en los mismos personajes. Virgen, inocente y joven, anastasia, el personaje principal, remonta al modelo femenino impuesto a las mujeres todos los días. Comienza por la infantilización de la mujer que tiene que ser tanta pero linda, indecisa e insegura al mismo tiempo, que hasta habla algunas palabrotas, pero se detiene allí. Ana es la Cenicienta del siglo XXI, que habla como una joven común y gris delante del joven millonario, y dios griego Grey. Junto a esto viene la dicotomía permanente en la que se construye el personaje: es simple, pura,  come poco, pero al mismo tiempo tiene que ser audaz, sexy, abierta a diversas experiencias sexuales. Busca su independencia en el trabajo, pero es sumisa a la voluntad de su hombre, ofrece la mayoría de las veces resistencia pero al final siempre cede, como si ese fuera el papel inherente a las mujeres, resistir al inicio pero ceder al final de cuentas. Este es, juntando todos los elementos, la trama de la historia, por ello es que resulta imposible no extraer la siguiente conclusión: al contrario de lo que la autora del libro intenta construir con su personaje, que es Ana quien comanda la relación, en verdas, el personaje se somete a la voluntad de Grey y peor aun, hace el centro de su vida el desarrollo de la relación con este hombre. Grey es gris, a pesar de ser considerado problemático por la sucesión de traumas de la infancia y las experiencias en la adolescencia, es merecedor de la máxima comprensión y amor por parte de Ana. Este elemento es interesante porque revela el sutil intento por mostrar el potencial del instinto maternal de ana asociada a la idea extrema de “cambiar al hombre a través del amor”. Sin embargo, a pesar de su pasado problemático, Grey, más allá de ser joven, apuesto y millonario, tiene aptitudes sexuales más que sorprendentes. La exaltación de este hombre es la marca, presente en casi todos los pasajes del libro. Pero detrás de esa faz encantadora, Cristian Grey, no es nada más que un hombre conservador que paga las cuentas, controla las ropas, alimentos y horarios, restringe las relaciones –de amistad- con terceros que no le agradan, y un largo etcétera que va desde comprar un auto de última línea para dejar a la “amada más segura”, hasta comprar una editora donde ella trabaja para librarse del jefe desagradable y molesto para Ana. Todo eso es presentado en el libro como algo que aunque, a menudo llevan a trazar un carácter irritante del personaje, en el fondo hace como que ella se siente segura y amada (como admite a través del propio apellido que coloca su amado, “mi controlador, mi 50 tons”), o sea, el encuentro perfecto entre el papel de sumisión de la mujer y del hombre proveedor.
En 1918, Alexandra Kollontay en el libro la nueva mujer y la moral sexual ya escribía sobre este patrón o arquetipo del universo femenino: ¿Qué determina esa manera diferente de juzgar las cosas? ¿a qué principio obedece una apreciación tan contradictoria? Esa diversidad de criterios tiene origen en la idea de la desigualdad entre los sexos, idea que ha sido inculcada a la humanidad durante siglos y siglos y que terminó por apoderarse orgánicamente de nuestra mentalidad. Estamos acostumbrados a valorar a la mujer, no como personalidad, con cualidades y defectos individuales, independientemente de sus sensaciones psico-fisiológicas. Para nosotros la mujer sólo tiene valor como accesorio del hombre. El hombre, marido o amante, proyecta sobre la mujer su luz. Es a él y no a ella a quien tomamos en consideración como el verdadero elemento determinante de la estructura espiritual y moral de la mujer. En cambio cuando valorizamos la personalidad del hombre, hacemos por anticipado una abstracción total de sus acciones respecto a las relaciones sexuales.La personalidad de la mujer, por el contrario, se valoriza en relación a su vida sexual. Este modo de apreciar el valor de una personalidad femenina deriva del papel que representó la mujer durante siglos.

¿Entre cuatro paredes, todo es obediencia?
Sin duda, la cuestión de la sexualidad es uno de los factores que garantiza la venta de ejemplares del libro en todo el mundo y se coronó como un best-seller, como el “porno de las mamás”. Y aquí también existen algunas reflexiones importantes sobre el carácter del libro. Por un lado, con certeza tiene una gran aceptación porque trae un tema a colación que todavía es tabú para el llamado “universo femenino”. Las mujeres ya están en el mercado de trabajo, ocupan cargos de jefatura, ya son mayoría en la formación de la enseñanza superor, pero cuando el asunto trata de sexo, sólo se puede discutir entre “cuatro paredes” y buscar allí. En ese sentido, es progresivo que millares de mujeres por el mundo tomen la iniciativa de comprar un libro que, al principio trata abiertamente de temas como el sexo antes del matrimonio, la masturbación, las fantasías eróticas e inclusive puedan “condimentar su relación” con una lectura nada convencional.
Sin embargo, la misma sociedad que se niega a discutir seriamente este tipo de temas, impidiendo la educación sexual en los colegios, reservando para la esfera privada cuestiones relativas a la sexualidad, etc, es al mismo tiempo la que culpa a las mujeres a causa de una violación por “estar vestida inapropiadamente”. Una hipocresía cuando se trata de temas como el sexo, la sexualidad, la libertad sexual a pesar de que estas existan. La liberación sexual y la construcción de una alternativa social que desafía la conducta tradicional de los comportamientos relacionados con la sexualidad humana y las relaciones interpersonales es hoy por hoy una imperiosa necesidad..
Por otro lado, retomando el contenido del libro,  más allá que presente esos temas de forma abierta, termina en sintonía o se pone a tono con la idea de la normalización de la función de la mujer. Eso porque al final de cuentas, Ana, es el personaje que se somete al universo sexual impuesto por el millonario, pues, desea conquistar su amor. Es decir, Ana, acaba por someterse a situaciones en las cuales incluso se debe sentir cómoda y la coacción no parece incidir en una relación sadomasoquista, más aun si es impuesta en contra de la voluntad de Ana. Por lo tanto, sobre la voluntad de de ana se sobrecarga la imposición de Grey, y no sólo en el sexo, sino también en todos los demás aspectos de la vida de Ana.
Como escribe Alexandra Kollontay, Además de un individualismo extremado, defecto fundamental de la psicología de la época actual, de un egocentrismo transformado en culto, la crisis sexual se agrava mucho más con otros factores de la psicología contemporánea: la idea del derecho de propiedad de un ser sobre otro y el preconcepto secular de la desigualdad entre los sexos en todas las esferas de la vida. La idea de propiedad inviolable del esposo, fue cultivada con todo esmero por el código moral de la burguesía, con su familia individualista encerrada en sí misma, constituída totalmente sobre las bases de la propiedad privada. La burguesía logró con prefección inocular esa idea en la psicología humana. El concepto de propiedad dentro del matrimonio va hoy en día mucho más allá de viene a ser el concepto de propiedad en el código aristocrático sexual. (…) el ideal de la posesión absoluta, de la posesión no solo de lo físico sino también de lo espiritual por parte del esposo, el idela que admite una reivindicación de derechos de propiedad sobre el mundo moral y espiritual del ser amado, el que se formó en la mente y fue cultivado por la burguesía con el objetivo de reforzar los fundamentos de la familia, para asegurar sus estabilidad y su fuerza durante el período de lucha por la conquista de sus predominio social. Ese ideal no sólo recibimos como herencia, sino que llegamos a pretender que sea considerado un imperativo moral indestructible.
Pero cuando se trata de la liberación sexual, la idea se opone a esto: Se debe tener el derecho de expresar su deseo sexual y decidir, por sí sola, sin que exista presión de pareja o grupo, tener sexo o no, cómo y con quién. Desde el punto de vista de las otras áreas es la misma cosa, no puede ser el hombre y la relación que se establece con él lo que debe determinar nuestras decisiones, forma de pensar, etc.

Nuestra liberación, nuestra lucha
Es una ideología que las mujeres tengan de forma predeterminada ciertos comportamientos o tareas que se encuentran en la base del concepto de machismo. Se crea un sistema de falsas ideas que producen una falsa verdad utilizada por el sistema para mantener la sumisión de las mujeres e imponer un patrón de comportamiento a ser seguido, que naturaliza el papel de las mujeres como reinas de la casa, jefes de trabajo pero madres incondicionales, sensuales mas virginales. Es por eso que nosotras mujeres organizadas políticamente en el PSTU, luchamos cotidianamente al lado de millares de mujeres para fortalecer la lucha ideológica contra el machismo.
Empero es preciso no tener ilusiones de que se puede acabar con el machismo en el capitalismo. Inevitablemente, la lucha por los derechos de las mujeres tiene un límite que se enfrenta a problemas de clase. La norma que se impone sobre nuestro cuerpo y comportamiento, el ideal de familia que se imparte, los objetivos de la mujer moderna de lograr todo esto, son parte de una ideología machista que está al servicio de reproducir o fortalecer el sistema que transforma todo en mercadería, nuestro cuerpo, nuestros sueños y hasta nuestras fantasías sexuales. Cuanto más libros vender mejor. Por eso nos organizamos hombres y mujeres, para derrocar la sociedad de clases y con ella el machismo.
Novelas como “Cinquenta Tons de Cinza” (Fifty Shades of Grey), aunque parecen poner de manifiesto el universo femenino, sólo termina por reforzar la lucha contra la historia de la liberación de la mujer. A los miles de lectores del libro dejo esta reflexión. Busquemos en nuestra lucha cotidiana crear las condiciones para que sea posible transformar el mundo y abrir la posibilidad para la construcción de una nueva mujer, como afirmó más de una vez Alejandra Kollontai, “esta es la mujer moderna: la autodisciplina, más que un sentimentalismo exagerado, aprecio por la libertad y la independencia, en lugar de sumisión y falta de personalidad, la afirmación de su individualidad y no los estúpidos esfuerzos por identificarse con el hombre amado; la afirmación del derecho a gozar de los placeres terrenos y no la máscara hipócrita de la “pureza”, y finalmente, relegar las aventuras de amor a un lugar secundario de la vida. Delante nuestro tenemos no una sombra del hombre, sino una mujer, un individuo” 

















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