sábado, 23 de marzo de 2013

Crítica de una literatura popular: “El machismo en cincuenta sombras”




Catharina Lincoln, de São Paulo (SP)

Una trilogía considerada el "porno da las mujeres casadas" ha tenido éxito de ventas y conquistó millones de lectoras y lectores. Esta historia de una supuesta "relación picante" ha tenido un alto record de ventas, en Brasil ha sido el libro más vendido en 2012, número uno en ventas por varias semanas en lo que va del 2013 y alrededor de 40 millones de copias vendidas por todo el mundo.
¿Qué hay detrás de este éxito?
El libro cuenta la historia a partir del punto de vista de la estudiante universitaria Anastasia Steele, una joven de 21 años que, luego de entrevistar al joven empresario Christian Grey para el periódico de su facultad, se ve involucrada en una relación con él.
Lo “extra” de la relación viene cuando esta jovencita, que es virgen hasta entonces, descubre que en el paquete de las maravillosas atribuciones del joven empresario (lindo, educado y millonario), viene también su opción por el mundo del “bondage, sadismo y masoquismo”. Sumergida en la vida del lindo y maravilloso Grey, acaba firmando un contrato en el cual acuerda ser su sumisa sexual. A pesar de ello, está en constante conflicto con los "juegos" que impregnan ese mundo de “bondage, sadismo y masoquismo”.
Podría hasta pasar más como un libro del tipo agua con azúcar con un toque de picante, muy común en la literatura hecha para “público femenino”. Pero el hecho es que el best-seller norteamericano retrata una historia acerca de los patrones de la opresión de las mujeres. ¿Por qué?

Yo domino su corazón y ud. es mi vida ¿?
“El machismo en cincuenta sombras”, una trilogía, trata sobre una historia de amor, dice la autora. Y en toda la historia nos intenta pasar la aparente idea de que, a pesar de su juventud la joven trataba de ser el dominante en la relación, al final de cuentas es quien de hecho domina. O sea el gran triunfo del personaje principal de esta trilogía es que consigue desarrollar y concretar un romance con el joven Grey, cuestión que él negaba y nunca tuvo hasta entonces.
La trilogía sigue literalmente la siguiente secuencia: Libro 1, enamoro, libro 2 matrimonio, libro 3, hijos. De esta manera queda claro que lo que hizo de la historia un best-seller mundial pasa, antes que nada, por la vieja y conocida fórmula de los romances populares en el cual la mujer da un giro, logra tener su hombre amado y cumple la misión moral pre-establecida para las mujeres en las historias de romances, en la propaganda, en el cine y hasta en las definiciones de las obras públicas.
El pasado agosto del 2012, el presidente sudafricano Jacob Zuma abrió una polémica al afirmar que “es un problema para la sociedad” que haya mujeres solteras, defendiendo el hecho que las mujeres deben tener hijos porque “eso les trae una capacidad adicional”. En la China se creó una especie de bullying para las mujeres solteras. Si una mujer china continúa soltera después de los 28 años, ella inevitablemente pasará a ser llamada “shengnu” (“mujer sobrante” en mandarín), un término creado y divulgado por la prensa oficial. Cuando se navega por el internet por los páginas web de las iglesias la cosa es aún más grave –decenas de cursos se ofrecen con el fin de “preparar a las solteras rumbo al altar”.
Presionadas todos los días para cumplir esa “misión de vida”, no es de extrañar que el libro –que toma la historia llevándola a una idealización extrema- haya encontrado eco en miles y miles de lectoras.
El machismo también aparece cuando analizamos más allá de la historia en los mismos personajes. Virgen, inocente y joven, anastasia, el personaje principal, remonta al modelo femenino impuesto a las mujeres todos los días. Comienza por la infantilización de la mujer que tiene que ser tanta pero linda, indecisa e insegura al mismo tiempo, que hasta habla algunas palabrotas, pero se detiene allí. Ana es la Cenicienta del siglo XXI, que habla como una joven común y gris delante del joven millonario, y dios griego Grey. Junto a esto viene la dicotomía permanente en la que se construye el personaje: es simple, pura,  come poco, pero al mismo tiempo tiene que ser audaz, sexy, abierta a diversas experiencias sexuales. Busca su independencia en el trabajo, pero es sumisa a la voluntad de su hombre, ofrece la mayoría de las veces resistencia pero al final siempre cede, como si ese fuera el papel inherente a las mujeres, resistir al inicio pero ceder al final de cuentas. Este es, juntando todos los elementos, la trama de la historia, por ello es que resulta imposible no extraer la siguiente conclusión: al contrario de lo que la autora del libro intenta construir con su personaje, que es Ana quien comanda la relación, en verdas, el personaje se somete a la voluntad de Grey y peor aun, hace el centro de su vida el desarrollo de la relación con este hombre. Grey es gris, a pesar de ser considerado problemático por la sucesión de traumas de la infancia y las experiencias en la adolescencia, es merecedor de la máxima comprensión y amor por parte de Ana. Este elemento es interesante porque revela el sutil intento por mostrar el potencial del instinto maternal de ana asociada a la idea extrema de “cambiar al hombre a través del amor”. Sin embargo, a pesar de su pasado problemático, Grey, más allá de ser joven, apuesto y millonario, tiene aptitudes sexuales más que sorprendentes. La exaltación de este hombre es la marca, presente en casi todos los pasajes del libro. Pero detrás de esa faz encantadora, Cristian Grey, no es nada más que un hombre conservador que paga las cuentas, controla las ropas, alimentos y horarios, restringe las relaciones –de amistad- con terceros que no le agradan, y un largo etcétera que va desde comprar un auto de última línea para dejar a la “amada más segura”, hasta comprar una editora donde ella trabaja para librarse del jefe desagradable y molesto para Ana. Todo eso es presentado en el libro como algo que aunque, a menudo llevan a trazar un carácter irritante del personaje, en el fondo hace como que ella se siente segura y amada (como admite a través del propio apellido que coloca su amado, “mi controlador, mi 50 tons”), o sea, el encuentro perfecto entre el papel de sumisión de la mujer y del hombre proveedor.
En 1918, Alexandra Kollontay en el libro la nueva mujer y la moral sexual ya escribía sobre este patrón o arquetipo del universo femenino: ¿Qué determina esa manera diferente de juzgar las cosas? ¿a qué principio obedece una apreciación tan contradictoria? Esa diversidad de criterios tiene origen en la idea de la desigualdad entre los sexos, idea que ha sido inculcada a la humanidad durante siglos y siglos y que terminó por apoderarse orgánicamente de nuestra mentalidad. Estamos acostumbrados a valorar a la mujer, no como personalidad, con cualidades y defectos individuales, independientemente de sus sensaciones psico-fisiológicas. Para nosotros la mujer sólo tiene valor como accesorio del hombre. El hombre, marido o amante, proyecta sobre la mujer su luz. Es a él y no a ella a quien tomamos en consideración como el verdadero elemento determinante de la estructura espiritual y moral de la mujer. En cambio cuando valorizamos la personalidad del hombre, hacemos por anticipado una abstracción total de sus acciones respecto a las relaciones sexuales.La personalidad de la mujer, por el contrario, se valoriza en relación a su vida sexual. Este modo de apreciar el valor de una personalidad femenina deriva del papel que representó la mujer durante siglos.

¿Entre cuatro paredes, todo es obediencia?
Sin duda, la cuestión de la sexualidad es uno de los factores que garantiza la venta de ejemplares del libro en todo el mundo y se coronó como un best-seller, como el “porno de las mamás”. Y aquí también existen algunas reflexiones importantes sobre el carácter del libro. Por un lado, con certeza tiene una gran aceptación porque trae un tema a colación que todavía es tabú para el llamado “universo femenino”. Las mujeres ya están en el mercado de trabajo, ocupan cargos de jefatura, ya son mayoría en la formación de la enseñanza superor, pero cuando el asunto trata de sexo, sólo se puede discutir entre “cuatro paredes” y buscar allí. En ese sentido, es progresivo que millares de mujeres por el mundo tomen la iniciativa de comprar un libro que, al principio trata abiertamente de temas como el sexo antes del matrimonio, la masturbación, las fantasías eróticas e inclusive puedan “condimentar su relación” con una lectura nada convencional.
Sin embargo, la misma sociedad que se niega a discutir seriamente este tipo de temas, impidiendo la educación sexual en los colegios, reservando para la esfera privada cuestiones relativas a la sexualidad, etc, es al mismo tiempo la que culpa a las mujeres a causa de una violación por “estar vestida inapropiadamente”. Una hipocresía cuando se trata de temas como el sexo, la sexualidad, la libertad sexual a pesar de que estas existan. La liberación sexual y la construcción de una alternativa social que desafía la conducta tradicional de los comportamientos relacionados con la sexualidad humana y las relaciones interpersonales es hoy por hoy una imperiosa necesidad..
Por otro lado, retomando el contenido del libro,  más allá que presente esos temas de forma abierta, termina en sintonía o se pone a tono con la idea de la normalización de la función de la mujer. Eso porque al final de cuentas, Ana, es el personaje que se somete al universo sexual impuesto por el millonario, pues, desea conquistar su amor. Es decir, Ana, acaba por someterse a situaciones en las cuales incluso se debe sentir cómoda y la coacción no parece incidir en una relación sadomasoquista, más aun si es impuesta en contra de la voluntad de Ana. Por lo tanto, sobre la voluntad de de ana se sobrecarga la imposición de Grey, y no sólo en el sexo, sino también en todos los demás aspectos de la vida de Ana.
Como escribe Alexandra Kollontay, Además de un individualismo extremado, defecto fundamental de la psicología de la época actual, de un egocentrismo transformado en culto, la crisis sexual se agrava mucho más con otros factores de la psicología contemporánea: la idea del derecho de propiedad de un ser sobre otro y el preconcepto secular de la desigualdad entre los sexos en todas las esferas de la vida. La idea de propiedad inviolable del esposo, fue cultivada con todo esmero por el código moral de la burguesía, con su familia individualista encerrada en sí misma, constituída totalmente sobre las bases de la propiedad privada. La burguesía logró con prefección inocular esa idea en la psicología humana. El concepto de propiedad dentro del matrimonio va hoy en día mucho más allá de viene a ser el concepto de propiedad en el código aristocrático sexual. (…) el ideal de la posesión absoluta, de la posesión no solo de lo físico sino también de lo espiritual por parte del esposo, el idela que admite una reivindicación de derechos de propiedad sobre el mundo moral y espiritual del ser amado, el que se formó en la mente y fue cultivado por la burguesía con el objetivo de reforzar los fundamentos de la familia, para asegurar sus estabilidad y su fuerza durante el período de lucha por la conquista de sus predominio social. Ese ideal no sólo recibimos como herencia, sino que llegamos a pretender que sea considerado un imperativo moral indestructible.
Pero cuando se trata de la liberación sexual, la idea se opone a esto: Se debe tener el derecho de expresar su deseo sexual y decidir, por sí sola, sin que exista presión de pareja o grupo, tener sexo o no, cómo y con quién. Desde el punto de vista de las otras áreas es la misma cosa, no puede ser el hombre y la relación que se establece con él lo que debe determinar nuestras decisiones, forma de pensar, etc.

Nuestra liberación, nuestra lucha
Es una ideología que las mujeres tengan de forma predeterminada ciertos comportamientos o tareas que se encuentran en la base del concepto de machismo. Se crea un sistema de falsas ideas que producen una falsa verdad utilizada por el sistema para mantener la sumisión de las mujeres e imponer un patrón de comportamiento a ser seguido, que naturaliza el papel de las mujeres como reinas de la casa, jefes de trabajo pero madres incondicionales, sensuales mas virginales. Es por eso que nosotras mujeres organizadas políticamente en el PSTU, luchamos cotidianamente al lado de millares de mujeres para fortalecer la lucha ideológica contra el machismo.
Empero es preciso no tener ilusiones de que se puede acabar con el machismo en el capitalismo. Inevitablemente, la lucha por los derechos de las mujeres tiene un límite que se enfrenta a problemas de clase. La norma que se impone sobre nuestro cuerpo y comportamiento, el ideal de familia que se imparte, los objetivos de la mujer moderna de lograr todo esto, son parte de una ideología machista que está al servicio de reproducir o fortalecer el sistema que transforma todo en mercadería, nuestro cuerpo, nuestros sueños y hasta nuestras fantasías sexuales. Cuanto más libros vender mejor. Por eso nos organizamos hombres y mujeres, para derrocar la sociedad de clases y con ella el machismo.
Novelas como “Cinquenta Tons de Cinza” (Fifty Shades of Grey), aunque parecen poner de manifiesto el universo femenino, sólo termina por reforzar la lucha contra la historia de la liberación de la mujer. A los miles de lectores del libro dejo esta reflexión. Busquemos en nuestra lucha cotidiana crear las condiciones para que sea posible transformar el mundo y abrir la posibilidad para la construcción de una nueva mujer, como afirmó más de una vez Alejandra Kollontai, “esta es la mujer moderna: la autodisciplina, más que un sentimentalismo exagerado, aprecio por la libertad y la independencia, en lugar de sumisión y falta de personalidad, la afirmación de su individualidad y no los estúpidos esfuerzos por identificarse con el hombre amado; la afirmación del derecho a gozar de los placeres terrenos y no la máscara hipócrita de la “pureza”, y finalmente, relegar las aventuras de amor a un lugar secundario de la vida. Delante nuestro tenemos no una sombra del hombre, sino una mujer, un individuo” 

















domingo, 10 de marzo de 2013

Nuestra lengua materna, entre colonialidad y derecho.




Pável H. Valer Bellota1
1 Doctor en Derecho por la Universidad del País Vasco. http://www.pavelvaler.blogspot.com 

Es un poco tarde para recordar: el día 21 de febrero se conmemoró el día internacional de la lengua materna.
Pero esta tardanza no es trascendente si de nuestras lenguas maternas se trata. Porque el idioma es, a la vez, el centro del alma y del cuerpo de la nación, es la médula misma del pueblo. El idioma que hablamos, y que aprendimos junto con el beber la leche de nuestras madres, es parte objetiva de nuestras sociedades, refleja nuestro modo de ser y representa la imagen que hemos hecho del universo que nos rodea. ¿Chaynachu, icha mana chaynachu?
Sin garantías jurídicas para hablar nuestro idioma materno, nuestras sociedades están incompletas y no pueden ser sociedades en las que gobierne la libertad, sino únicamente esquemas políticos totalitarios que instauran relaciones de poder cultural y de dominación lingüística. En estos diseños no democráticos, un solo sector étnico –el que domina la lengua del poder– es privilegiado, y la mayoría de ciudadanos son desdeñados o desconocidos por el Estado. La afirmación del derecho a utilizar nuestro propio idioma en ámbitos privados y públicos es una exigencia ineludible para la construcción de una sociedad democrática en la que se pueda tener un buen vivir. Nokanchiman sumaq kausay munay.
Y justamente la instauración del día de la lengua materna es un reconocimiento internacional –hecho por UNESCO– a la lucha por la democracia que los universitarios de Bangladesh, integrantes del Movimiento por la Lengua, desplegaron para exigir que en su país acabara la dominación colonial y se reconociera como lengua oficial el Bangalí, idioma materno de la gran mayoría de personas de ese país. Varios integrantes de este movimiento fueron muertos a causa de la carga represiva que el Estado colonial desplegó contra una manifestación pacífica el 21 de febrero de 1952. ¡Akakallaw, wañurachisqa!
Es que la resistencia contra el colonialismo tiene que ser entendida como una resistencia a la más absurda de las dominaciones a la que puede ser sometido un pueblo. Y aunque muchos no queramos reconocerlo o no nos demos cuenta, en muchas de nuestras formas sociales y nuestras representaciones jurídicas persiste aun la Colonia. Una de las más eficaces formas de dominación que los esquemas coloniales impusieron en nuestra América fue el imperialismo cultural y jurídico: hacernos creer y convencernos que nuestro mundo, todo lo nuestro cultural, nuestras lenguas, eran lo errado, y que todo lo que viniera de la metrópoli era lo normal, lo correcto, lo considerado culto. Nuestros idiomas fueron constituidos, mediante este imperialismo, en idiomas anormales, minoritarios, rústicos, en expresiones sociales expulsadas del ámbito de la legalidad, a los que había que borrar para siempre e imponer en su lugar los idiomas “doctos” de la anciana Europa.
Se trataba, en el esquema colonial, de acabar con nuestra conciencia de grupo, de hacernos desaparecer en nuestra propia memoria: que nos olvidemos de nosotros mismos y que olvidemos nuestros propios idiomas. La reprobación de la autoconciencia
cultural tawantinsuyana buscaba acabar con el concepto racional y el sentimiento de cariño que nos permitía participar en nuestro grupo lingüístico originario. Este modelo inmoral de desconocimiento fue legitimado por el sistema político colonial, y en el periodo republicano fue replicado por las formas jurídicas que prohibieron prácticamente que pudiéramos hablar en el mundo legalmente construido y ser parte de nuestra asociación cultural originaria de manera consciente y libre. La castellanización de nuestras sociedades autóctonas es todavía, en la actualidad, una parte elemental de ese diseño colonial de dominación.
Como nada dura para siempre, las representaciones ideológicas coloniales, que chocan claramente contra la libertad y la racionalidad, han entrado en su decadencia última. Las luchas de los pueblos vienen ampliando paulatinamente los derechos de los pueblos y han dado lugar al desarrollo de los derechos humanos individuales. Junto a ellos han surgido los derechos colectivos: esos de los que son titulares las sociedades, los grupos humanos como conjuntos culturales. Estos derechos de los pueblos propician y hacen posible el disfrute de los derechos individuales, son en última instancia el presupuesto de la buena vida y la libertad. Una porción de esos nuevos derechos son los derechos lingüísticos.
Desde un punto de vista ético, ya no es posible sostener que un grupo cultural tiene más derecho que otro a utilizar su lengua, difundirla y hacerla subsistir. Tampoco es jurídicamente posible sostener que diferentes lenguas que se hablan en un país tienen un valor diferente. Por el contrario, toda lengua es parte del patrimonio común de la humanidad, cada uno de los idiomas del mundo es fruto de miles de años de creación humana, y cada vez que se extingue un idioma nuestro patrimonio cultural común se hace más pequeño. Aniquilar un idioma es tan grave como incendiar y convertir a cenizas un museo, o condenar a la inexistencia a una nación entera.
La extinción de los idiomas debido a la dominación cultural, y a causa de la injusticia lingüística, debe ser proscrita por ley. Los derechos lingüísticos deben ser reconocidos jurídicamente de manera formal por las legislaciones nacionales. En este sentido la UNESCO aprobó en junio de 1996 la Declaración Universal de Derechos Lingüísticos que reconoce derechos a las comunidades lingüísticas. Esta Declaración establece que todas las lenguas tienen igual valor por ser la expresión de una identidad colectiva y de una manera distinta de percibir y describir la realidad. Por ello, en un contexto democrático, el Estado debe dotar a todas las comunidades lingüísticas de las condiciones necesarias para su desarrollo. Toda persona tiene derecho, por ejemplo, a relacionarse y a ser atendido en su propia lengua por los servicios públicos o administrativos.
Debido a la subsistencia del colonialismo en nuestra cultura jurídica, y tal vez por haber sido promulgada antes de la Declaración, la Constitución peruana de 1993 no contempla a plenitud estos derechos. Por el contrario, impone el castellano como idioma oficial para su uso en todo el Perú, y restringe la utilización, “en las zonas donde predominen”, del “Quechua, el Aymara y las demás lenguas aborígenes, según la ley. Esta disposición constitucional tendrá que ser revisada oportunamente para hacerla compatible con el nuevo sentido común sobre el reconocimiento pleno de nuestra pluralidad lingüística.
En julio de 2011 se publicó la ley 29735 que detalla los alcances del artículo 48 de la Constitución, y declara de interés nacional “el uso, preservación, desarrollo, recuperación, fomento y difusión de las lenguas originarias del Perú”. Esta norma hace un listado de los derechos lingüísticos individuales; entre otros: el derecho a ser
reconocido como miembro de una comunidad lingüística, al uso en público y privado de la lengua, a ser atendido por el Estado en la lengua materna y gozar de servicios de traducción simultánea, a la educación en la lengua originaria y al aprendizaje del castellano.
En cuanto a los derechos lingüísticos colectivos, esta ley únicamente establece algunos medios de actuación del Estado para promocionar los derechos de las comunidades lingüísticas: la elaboración por el Ministerio de Educación del Mapa Etnolingüístico del Perú, como herramienta de planificación; el establecimiento de los criterios cualitativos y cuantitativos para determinar el carácter predominante de una lengua originaria en un ámbito geopolítico determinado; la creación del Registro Nacional de Lenguas Originarias; y la política estatal respecto a las lenguas en erosión y peligro de extinción.
Dicha ley no es la primera que se ocupa de las lenguas originarias del Perú, anteriormente lo hicieron el Decreto Ley 21156 que reconoce el Quechua como lengua oficial de la República (en 1975), y la Ley 28106 de Reconocimiento, Preservación, Fomento y Difusión de las Lenguas Aborígenes (en 2003) . Estas normas derogadas casi nunca fueron aplicadas mediante políticas públicas específicas y coherentes. La misma suerte corrió durante un buen tiempo la ley 27818 que ordena la educación bilingüe intercultural, aunque actualmente desde algunos organismos del Estado se viene intentando su implementación.
La ley de lenguas originarias vigente tiene la debilidad de haber sido promulgada bajo una norma constitucional que restringe los derechos lingüísticos e impone el castellano como lengua oficial, pero es también la ley de mayor contenido y detalle que se ha promulgado hasta ahora en Perú. Actualmente el Ministerio de Cultura y el Ministerio de Educación vienen elaborando el reglamento de la ley 29735, que tendrá que ser materia de consulta previa a los pueblos originarios antes de su promulgación. Queda también la tarea pendiente a los gobiernos regionales de elaborar las ordenanzas que permitan la mejor aplicación y el desarrollo de los derechos lingüísticos en sus territorios.
Se debe reconocer que estas normas jurídicas surgen de una realidad social que ha heredado muchos de los esquemas de dominación cultural de la Colonia, pero son también herramientas que inicialmente pueden servir para ayudar a emanciparnos de esos esquemas injustos, inmorales y antidemocráticos. Son normas que deben mejorarse y aplicarse de manera urgente: varios estudios indican que durante este siglo podrían extinguirse el 80% de las lenguas del mundo, y sin ir muy lejos: en Cusco, la ciudad abuela de América, desde 1990 menos del 50% de los padres transmitió su lengua originaria –el quechua o runasimi– a sus hijos. ¡Apuraylla ruwasun!

viernes, 8 de marzo de 2013

Hugo Chávez, el polémico presidente de Venezuela ha muerto



Francis Portocarrero

Con su muerte se han desatado un sinfín de declaraciones muchas de condolencias pero tampoco han faltado otras que han aprovechado para lanzar diatribas y declaraciones políticas interesadas. No puede ser de otro modo, pues sin duda Chávez marcó un período de la historia Venezolana y también en Latinoamérica. Sus declaraciones siempre fueron polémicas.
Por ejemplo e presidente de los EEUU dijo que en Venezuela se iniciaba un nuevo capítulo de su historia, a la vez que anunciaba, hipócritamente por supuesto, que los EEUU “está comprometido con principios democráticos, y el respeto de los Derechos Humanos”.

Lo que hizo Chávez
Hugo Chávez gobernó Venezuela durante 13 años. Su mandato fue sin temor a exagerar un fenómeno político internacional, sobre todo por sus declaraciones, aunque no solamente. Según datos de CEPAL la pobreza se redujo un 44%, lo que equivale aproximadamente a 5 millones de personas. Durante su gobierno el gasto social se incrementó en 60% reduciendo la brecha de la desigualdad en 17.9% también según CEPAL. Un 61% de la población compró alimentos directamente de puntos de venta del Estado y 14 millones acceden a alimentos subsidiados.
Respecto del tema de vivienda Bajo el gobierno de Chávez se repartieron 146 mil viviendas, mientras que en la democrática España ahora se producen alrededor de 530 desahucios por día.
Debido a estas medidas así como a sus polémicas declaraciones “antiimperialistas” Chávez logró el apoyo mayoritario de los venezolanos en las urnas, aunque debemos señalar que este apoyo se fue reduciendo con el paso del tiempo, cuestión sobre la que nos referiremos más adelante.
Chávez se sometió a numerosos procesos electorales y sin embargo, sectores conservadores y de la derecha continental han calificado a su régimen de dictadura. Sin duda, los grandes medios y corporaciones informativas del mundo han desinformado y mucho es lo que hay que aclarar tras la montaña de acusaciones, calumnias y mentiras diseminadas contra Chávez.

El significado de Chávez desde el punto de vista  del socialismo revolucionario?
La política no está hecha a base de sentimientos aunque los politicastros siempre apelan a estos.

Desde un punto de vista de clase y de la urgente y necesaria transformación que requieren todos los países de nuestro continente, Hugo Chávez no pasó de ser un nacionalista burgués, porque más allá de sus discursos sobre el socialismo y el imperialismo, Chávez no acabó con la miseria ni la desigualdad social, tampoco sentó las bases para la construcción de una sociedad socialista, no pasó de utilizar una herramienta burguesa, las elecciones, para gobernar una Venezuela capitalista e intentar gobernar con una burguesía adicta a él o sometida a su régimen bolivariano.
Si bien respetamos la conmoción de innumerables activistas y militantes honestos por el drama personal que sufrió Chávez producto del cáncer que terminó acabando con su vida, los acontecimientos y sucesos políticos de Venezuela siempre encendieron los debates sobre el significado del chavismo y de su “socialismo del siglo XXI”, pues durante sus casi 14 años en que estuvo al frente de Venezuela Chávez fue un referente importante para la izquierda mundial. Tan es así que incluso su sucesor llegó a afirmar que Venezuela se encontraba en una economía de transición, es decir que se encuentra a medio camino del capitalismo hacia el socialismo. ¡¡!!
El gobierno de Chávez fue un nacionalismo burgués con un nuevo traje. ¿Por qué?
Chávez surgió a la palestra política como producto de la movilización de las masas venezolanas en el año 1989. En ese año se dio una verdadera insurrección popular contra la miseria y la inflación, conocida como el “Caracazo” que sacudió el país. Si bien en ese entonces el gobierno socialdemócrata logró sofocar la insurrección, la crisis económica y política se profundizó aún más. Tres años más tarde Hugo Chávez, entonces teniente del ejército, se lanzó a una aventura golpista aprovechando el desgaste del gobierno de Carlos Andrés Pérez, pero fracasó, sin embargo, este acto fallido le catapultó como un referente político ante la población.
En 1998, se lanzó a la arena electoral liderando un frente político conocido como Movimiento V República (MVR) logrando acceder a la presidencia de la república y poniendo fin a 40 años de hegemonía de los partidos tradicionales que gobernaban Venezuela en medio de sucesivos y escandalosos actos de corrupción. Entonces ya como presidente anunció su “revolución pacífica”, es decir una política de cambios graduales dentro del Estado burgués venezolano, apoyándose particularmente en las Fuerzas Armadas.
En el año 2000 se promulga una nueva constitución que centraliza el poder en manos del ejecutivo. Esto sucede de la mano de levantamientos populares y grandes movilizaciones de masas en toda América Latina. En ese contexto Hugo Chávez fue cambiando su discurso nacionalista hacia una versión particular de socialismo a la venezolana, denominado “socialismo del siglo XXI”. Apoyándose en la movilización de masas Hugo Chávez se orientó hacia una política nacionalista burguesa con características autoritarias. A pesar de su discurso y del poder que logró jamás rompió con el imperialismo, que nunca dejo de atacarlo ni de apoyar a la oposición reaccionaria y golpista en Venezuela. Chávez se montó en la movilización de masas para institucionalizar su proyecto nacionalista burgués, por ello fue apoyado también en un sector de la burguesía venezolana, además de cooptar dirigentes sindicales y los movimientos sociales que surgían en todo el país.
Poco tiempo después, para centralizar aún más el poder fundó un nuevo partido el Partido socialista Único de Venezuela (PSUV) que integraba a empresarios “socialistas” y quien no se adhería a este nuevo proyecto partidario era tachado de contrarrevolucionario. Así fue surgiendo la boliburguesía “roja rojita”.
Sus nacionalizaciones no pasaron de ser adquisiciones de acciones, si bien compulsivas, resultaron bien remuneradas o compensadas para las empresas expropiadas tal es así que no existen hoy ninguna queja o conflicto jurídico de parte de las empresas expropiadas. Así sucedió con PDVSA, la petrolera venezolana que hoy por hoy participa en empresas mixtas junto a multinacionales del petróleo, así también sucede en la compañía de teléfonos (CANTV), una de las más lucrativas, que a pesar de ser considerada estatal está controlada por empresas privadas.

Detrás del discurso revolucionario de Chávez.
La verdad, entonces, desde un punto de vista de clase, es que detrás del discurso antiimperialista y socialista  de Chávez se fue perfilando una política económica favorable a los negocios capitalistas, más allá de las medidas populistas de su gobierno. Venezuela es totalmente dependiente de la exportación petrolera (90%) que equivale al 30% del PBI. Continuó pagando, la impagable deuda externa que asfixia a nuestros países latinoamericanos (bajo su mandato, el porcentaje destinado al pago de la deuda externa pasó del 14% al 30% del PBI, entre el 2008 y 2010). La inflación llegó al 20% y continuó golpeando a la población, especialmente los más pobres. El tema de la inseguridad y la violencia urbana se fue incrementando en los últimos años. Es decir. detrás del discurso chavista se ha mantenido un sistema que termina beneficiando a las grandes empresas y al imperialismo.

La izquierda “progre” latinoamericana
Más allá de los discursos triunfalistas sobre lo que significó Chávez, las perspectivas no son nada alentadoras para los trabajadores y pueblo venezolano. La situación económica se viene agravando, más allá de la demanda de materias primas de los mercados del mundo; el aumento de la deuda pública genera un déficit fiscal de 20%.
La gran mayoría de la izquierda en lugar de construir una alternativa realmente socialista y revolucionaria, se pasó con armas y bagajes a defender al régimen chavista ofreciendo además un apoyo incondicional a su política nacionalista burguesa. Ese es el drama de la clase trabajadora venezolana y latinoamericana. Ante la perspectiva de mayores problemas económicos en Venezuela y la falta de una auténtica alternativa consecuentemente socialista, es la derecha la que buscará llenar el vacío dejado por Chávez aprovechando la bronca que existe y crece en amplios sectores de los trabajadores y la población con el régimen chavista.
Creemos que la única política realmente progresiva que se puede tener ante la compleja coyuntura que vive hoy el pueblo venezolano es la lucha por la organización independiente de los trabajadores, denunciando a la derecha neoliberal y pro imperialista y explicando pacientemente a las masas venezolanas el verdadero carácter del chavismo.
Ese es el dilema de la izquierda socialista y revolucionaria. Hoy el régimen aun cuenta con el apoyo de la población, sobretodo de los más pobres porque está ligado al apoyo que obtienen de los programas sociales asistencialistas (las misiones). Sin embargo, aparte de no resolver los problemas estructurales del país, tales programas tenderán a desaparecer ante el agravamiento de la crisis en Venezuela.