domingo, 7 de octubre de 2012

EL PRECURSOR JUAN LUIS VELÁZQUEZ (1903-1971)


Registra la historia que Juan Luis Velázquez, es el primer militante trotskista internacionalista de origen peruano. El carácter precursor de su actividad, sobre todo su internacionalismo y sus destacados dotes intelectuales como escritor y poeta, nos llevan a reivindicar su figura y recoger lo que encontramos publicado sobre su actividad y obra.
Armando Arteaga, nos entrega una nota interesante sobre Juan Luis Velázquez  en su trabajo “Perfil de Frente”  (ver http://terraignea.blogspot.com/2005/11/el-perfil-de-frente-del-poeta-juan.html).
Ahí nos dice: “Velásquez emigró a París y derrochó su peculio. El poeta ‘hizo’ política, fue deportado de París a Madrid junto a Vallejo. Más tarde, en México, fue secretario de Trotsky, publicó varios libros de poesía: María de los remedios, Soledad de soledades y fraternidad porvenir, aparte de escribir Einstein. Se dedicó también a la pintura”. Y agrega: “De esta intensa actividad poética, ensayística y periodística, el poeta Marco Martos, ha dicho: ‘Raro magín el suyo, inteligencia fuera de lo común, podría hablar o escribir con igual versatilidad de las teorías de Einstein, de las leyes del mercado, de la poesía de Breton o de los postulados de Trotsky’. Su obra está dispersa en libros y revistas, por varias partes del mundo, es algo que deberíamos rescatar”.
Por otra parte, un artículo, que se encuentra en los archivos del mexicano  N. Molina Flores, que fue reproducido por el CEIP, (http://www.ceip.org.ar/160307/index.php?option=com_content&task=view&id=1111&Itemid=117), extraemos la información siguiente:
“Juan Luis Velázquez viaja a Europa, donde adhiere al PCF en 1930. Expulsado, se dirigió a España, en donde animó una oposición en el PCE. Fue responsable de la Ayuda Obrera Internacional y secretario general de la Asociación de Escritores Revolucionarios Latinoamericanos. Expulsado, se fue a Alemania, luego volvió a Perú vía Francia. Llegó a México en 1937 con el fin de obtener la visa para ir a combatir a España. Terminaría quedándose en México”. Lo haría, hasta el final de sus días (1971).
En este mismo documento, se glosa algunas partes de la descripción que hace Velázquez de su encuentro con Trotsky, en México. En este cuenta lo siguiente:
“Poco después de mi llegada a México, por intermedio de Diego Rivera, me contacté con el inolvidable secretario de Trotsky, Van, quien, una mañana de septiembre de 1937, me habló por teléfono para anunciarme que Trotsky me esperaba a las 4 de la tarde.
Después de recibir la noticia, mi alegría no dejaba de crecer. Tenía una buena razón: iba a conocer a Trotsky. Tuve otra alegría después: en la intimidad, Trotsky era todavía mejor de lo que podía imaginar.
[...] La conversación se desarrollaba en un ambiente de camaradería transparente, mis preguntas surgían con toda espontaneidad. Mis preguntas venían de lo más profundo de mí mismo y allí llegaban sus respuestas. En nuestra conversación sin eje, existía la libertad del agua corriente, la libertad sin límites del mar; respiraba profundamente como uno lo hace frente al mar. Y en medio de ese paisaje de la naturaleza en libertad, él me dijo: ‘Vea usted, camarada Velázquez, su poema Juventud proletaria, triunfo de la juventud –que leí con dificultad, ya que sé bastante poco español para leer poemas- me pareció magnífico y, además, sentí tanta alegría al leer las cosas que usted dice, que soy joven, que represento a la juventud, que le llevé el diario a Natalia, para que vea que no soy viejo, sino que me toman como representante de la juventud’.
[…] Al mirar frente a frente su pura honestidad al descubierto, su confianza de hombre en el destino de la humanidad, su clara visión revolucionaria, no podía decir menos que esto:
‘Camarada Trotsky, no creo que haya en toda la historia una tragedia como la suya. Nadie puede experimentar la tragedia que tuvo que vivir usted. Hago especial alusión al asunto alemán, cuando Hitler se apoderó del poder sin resistencia. El análisis político que usted hizo de los años anteriores, no podía tener mejor confirmación. Ningún revolucionario honesto puede negar hoy que si se hubieran seguido sus consignas, no solamente hubiera sido posible la victoria de la revolución socialista en Alemania, sino también evidente. Mientras que la III Internacional hacía todo lo posible para que nadie entendiera qué era el fascismo, tratando indistintamente de fascistas a los fascistas propiamente dichos y a los socialistas y anarquistas, usted definió al fascismo diferenciándolo de las demás corrientes y partidos políticos, subrayando la necesidad de reagrupar todas las fuerzas revolucionarias para el combate. La III Internacional no podía combatir al fascismo porque no era capaz de definirlo. Es evidente que si se hubieran aplicado sus consignas, la revolución proletaria habría triunfado en Alemania, porque como posibilidad sólo existía: o el fascismo o la revolución. Y, en verdad, la victoria de la revolución socialista en Alemania habría significado, a corto plazo,  el advenimiento de la revolución socialista mundial.
[…] Y precisamente, mientras que usted se dio cuenta de todo eso, es atacado incluso por el propio proletariado alemán como enemigo del socialismo mundial. ¡Usted, que puso toda su confianza revolucionaria en el proletariado, es denunciado como traidor por el proletariado mundial!
[…] No creo, camarada Trotsky, que haya existido un caso de tragedia semejante al suyo, porque los problemas actuales que afectan a la sociedad humana en nuestra época no tienen precedente histórico, y tienen una trascendencia verdaderamente incalculable para el futuro de la humanidad. No hablo del dolor que usted siente por los miembros de su familia y amigos que ha perdido. Me refiero a la tragedia que sólo es capaz de sentir quien vio con lucidez el futuro mejor de la humanidad, siendo por ello capaz de orientar los hechos históricos que garanticen la conquista consciente de este futuro actualmente y que, al mismo tiempo, es atacado como traidor a la conquista responsable de ese mejor futuro humano’ […].
…Cuando terminé, Trotsky me dijo:
‘No, camarada Velázquez, no es eso. Esa tragedia no vive en mí. La tragedia sólo la siente el que se ha traicionado a sí mismo, porque ha traicionado la vida. La tragedia, deben haberla experimentado Zinoviev y Kamenev cuando han hablado contrariamente a sus convicciones durante los juicios de Moscú. Yo nunca la experimenté porque he sido siempre feliz por defender mis convicciones. Jamás me traicioné a mí mismo’. […]
[…] En el transcurso de mi primera entrevista con Trotsky, traté de conocerlo en su íntima realidad humana y lo logré. Buscaba al hombre y lo encontré de carne y hueso, hablando con una madurez juvenil, plena de honestidad responsable. No tenía la menor duda de que la conciencia de nuestra época vivía en Trotsky y afirmo lo que yo mismo vi de cerca. Pero esta entrevista me ha dejado más aún: a través de ella, a través de la presencia verídica de un hombre contemporáneo, ha reafirmado mi confianza revolucionaria en un futuro humano de libertad, de felicidad, de fraternidad y de amor”.
Los comentarios, sobran.
En otro trabajo, de Ricardo Melgar Bao (2012), titulado “Trotskistas y apristas exiliados en ciudad de México: afinidades y rupturas”, (disponible en Internet: www.pacarinadelsur.com/home/mallas/382-trotskistas-y-apristas-afinidades-y-rupturas), el autor realiza un inédito estudio sobre los debates entre exiliados conformados por una mayoría de apristas, y los trotskistas. En este marco describe el trajinar de  Juan Luis  Velázquez en México:
Velázquez “había seguido de cerca el proceso político peruano en 1936, que terminó con la anulación de las elecciones generales por Benavides ante la posibilidad de perder el control sobre su relevo presidencial. Juan Luis Velásquez enjuició dicho proceso en un opúsculo intitulado Contra la Amenaza Civilista, que circuló en el Perú y en México. Después de vivir seis meses en prisión, inició su exilio en México. A principios de 1937, desde México, Juan Luis anduvo coqueteando con la idea de enrumbar hacia la España republicana o viajar a Chile; en los hechos, al arribo de Trotsky, cambió de planes y se alineó con él.
Velásquez, el 24 de mayo de 1938, dio un giro político cuando presentó su carta de admisión a las filas del aprismo en  México. En realidad se trataba de aplicar la típica táctica del “entrismo” promovida por la IV Internacional, a la cual se sumó Sandalio Junco.
Juan Luis Velásquez menciona que su solicitud de ingreso fue aprobada por unanimidad por el Comité Aprista de México, por lo que se dedicó a lo largo de siete meses de militancia activa a combatir contra lo que denominaba “las líneas oportunistas”.
En diciembre de 1938, Guillermo Vegas León informó al Comité Aprista de Chile sobre la posible aplicación de una sanción disciplinaria a Juan Luis Velásquez por sus posiciones trotskistas en el seno del aprismo en México. Esta política disciplinaria generó otra sensible baja en el Comité Aprista de México; así el aprista salvadoreño Blanco Corpeño presentó su renuncia por escrito. En esa, el salvadoreño, declaraba su adhesión al trotskismo.
La adhesión de Blanco Corpeño al trotskismo no puede disociarse de sus vínculos faccionales y afinidades reales sostenidas en el seno del Comité Aprista de México con Sandalio Junco y Juan Luis Velásquez. Esta adhesión implicó, para los tres ex-apristas, una preferencia por el internacionalismo abstracto que negaba el horizonte de nativización ideológica y política del aprismo indoamericano. De fondo, la militancia aprista radical resintió igualmente el viraje político ordenado por Haya de la Torre frente al imperialismo norteamericano...
…Tras su renuncia al APRA, el poeta Juan Luis Velásquez fungió una temporada como uno de los secretarios de Trotsky”.
Como dice Marco Martos, hay que estudiar y rescatar la vida y obra de este gran precursor del marxismo peruano, que tuvo la osadía de militar en el mundo: París, Alemania y España, nada menos que los países que vivieron los mayores procesos revolucionarios de  entonces,  ante de acompañar los últimos años del combate de Trotsky en México. Un personaje fuera de serie.

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