domingo, 20 de marzo de 2016

ELECCIONES Y VOTO POPULAR. Un punto de vista socialista


Nuevamente nuestro país atraviesa un proceso electoral para elegir un nuevo presidente. El poder de seducción de la democracia tal y como la conocemos hoy sigue concitando ilusiones, a pesar del creciente descontento social o justamente para utilizarlo como una válvula de escape de la insatisfacción popular.
El “normal desarrollo del proceso electoral” se ha visto alterado debido a la intervención y extraño juego del Jurado Nacional de elecciones (JNE). Esta institución decidió retirar de carrera a dos candidatos, uno de ellos amenazaba destronar el liderazgo de Keiko Fujimori, la favorita de las encuestadoras y los grandes medios. Sin embargo, el JNE, ante las denuncias contra Keiko y Fuerza Popular, que sistemáticamente viene regalando dinero o ‘productos’, no ha reaccionado con la misma presteza y celo para hacer cumplir la ley. En lugar de eso, el jurado electoral dijo que no procede la tacha contra Keiko. Esta actuación ha provocado serios cuestionamientos sobre su parcialidad, la existencia de juego sucio y de fraude, lo que empaña el proceso. Su reacción también ha provocado una serie de masivas movilizaciones antikeiko y contra el JNE, en todo el país.
Ante una serie de evidencias que implican a Keiko Fujimori, intentando ocultar o disimular el escándalo, el jurado ha “cambiado de opinión” y dio un plazo para investigar y plantear la tacha. Pero ya es tarde, por acción y omisión el papel del JNE genera serios interrogantes sobre su imparcialidad, existen dudas razonables sobre su imparcialidad. La relación de dos de sus miembros con el Apra es más que cuestionable, existe un conflicto de interés. De esos dos uno tiene acusaciones graves y convincentes de corrupción. También existe una magistrada del JEE investigada por lazos con Montesinos.  Y será ella la que tendrá voto decisivo cuando se evalúen los pedidos de exclusión de Fuerza Popular de la campaña electoral por entregar dinero durante mítines. Esta parcialidad escandalosa del jurado electoral, cuenta con la complicidad de García, Kuczynski, Fujimori, además de los medios de prensa más poderosos del país, con su séquito de opinólogos. ¡Y contra toda evidencia! ¡Este es el jurado electoral que tenemos!
Entonces crece la percepción en la población que la candidatura de Keiko se sostiene por la parcialidad del JNE, por los medios, por las encuestadoras, por los partidos alineados con este régimen. El JNE a los ojos de la población ya no es una institución creíble. A contramano, Alan y PPK han expresado públicamente que el JNE no tache a Keiko, los medios y las encuestadoras tocan la orquesta.
El proceso electoral entonces está muy movido, alterado. Mientras pasan los días, se mueven las encuestas, se multiplican las especulaciones, migran las adhesiones, se hacen toda clase de conjeturas. El papel del JNE no había suscitado tanta controversia desde el año 2000 en que Alberto Fujimori buscaba su tercera reelección. Hoy se saca la mascareta.

¿Qué alternativas tenemos los trabajadores y la juventud, los más pobres y explotados?
Algunas propuestas de izquierda no pasan de ser promesas de campaña. Por ejemplo, ¿reformar la policía o el poder judicial?. Es algo imposible de cambiar si no se empodera la clase trabajadora y el pueblo organizado. Frente al negociado de la Shell con nuestro gas, apenas se plantea la renegociación, Esa propuesta no se diferencia, de Barnechea o del gobierno actual. La recuperación de los recursos naturales para desarrollar la industria nacional, no existe en el vocabulario de ningún candidato. Esa sería mejor política en defensa de nuestra soberanía
No existe, en el actual proceso electoral, una alternativa que plantee un horizonte socialista. La izquierda electoral ofrece gobernar con algunos pequeños cambios y maquillajes el régimen actual plagado de corrupción. Ninguno de los candidatos de izquierda representa las demandas de cientos de miles de trabajadores de las minas, las industrias y el agronegocio, verdaderos generadores de la riqueza, que sufren la precariedad laboral, sobreexplotación y salarios miserables. No existe una alternativa de izquierda y los trabajadores que busque un gobierno soberano basado en la democracia directa, no en la caricatura de democracia que vivimos hoy.
Consideramos que es pérfido tratar de cooptar a los luchadores/as y activistas que luchan y se movilizan para desviarlas hacia salidas legalistas en el marco del corrompido régimen democrático actual.
Hoy, desde la izquierda electoral se mira con indiferencia, incluso con desprecio, a la clase obrera. Disuelven la existencia de este importante sector social en conceptos como la “gente”. Son discursos muy funcionales para la democracia tal cual está hoy. Para peor, la dirigencia de la CGTP, defiende la aprobación de una ley laboral  (LGT) negociada con la patronal a espaldas de los trabajadores.
La izquierda y el papel de la burocracia sindical, en estas elecciones, no representan las necesidades y anhelos de los más oprimidos entre los oprimidos ni de los más explotados entre los explotados.
Los trabajadores y trabajadoras del país, los jóvenes que se irán sumando al ejército laboral, el pueblo organizado tenemos que recuperar la confianza en nuestras propias fuerzas. Movilizarnos contra la corrupción, contra las mafias políticas que las fomentan, salir a las calles para derrotar ese tratado transnacional que como último gran servicio a las corporaciones extranjeras basadas en EEUU quiere hacer aprobar este gobierno. ¡Abajo el TPP!
La alternativa es la lucha independiente y desde abajo, para entrelazar nuestras luchas y solidaridad con las comunidades amazónicas afectadas por el derrame de petróleo, contra la privatización del agua, contra el alza del costo de vida, contra los despidos indiscriminados, por la defensa de nuestros derechos laborales, contra la precarización laboral, la sobreexplotación nadie lo hará por nosotros.

Votar viciado. Tacha el juego sucio del JNE.
Por estas consideraciones, en estas elecciones estamos convencido que lo mejor es votar por todos o tachar con una gran X toda la cédula electoral. Ninguno nos representa. Estamos convencidos que esta elección es una más y que poco o nada cambiará para las mayorías nacionales. Votar por cualquiera de los candidatos sólo significará elegir al próximo verdugo del pueblo peruano.
Hoy más que nunca está planteado el voto castigo, el voto viciado. Porque gane quien gane, el resultado de anteriores elecciones lo confirma: ganan los ricos, gana la CONFIEP (Confederación de empresarios), gana la Sociedad Nacional de Industrias, gana el capital transnacional. El voto viciado es un voto castigo contra esta democracia de los ricos y poderosos, contra esta democracia plagada de corrupción, de impunidad y donde la inseguridad crece día a día.

Estamos por la recuperación de nuestros recursos para industrializar el país. Para ello tenemos que nacionalizarlos.
Luchamos y denunciamos los miles de despidos arbitrarios que se están realizando a la sombra del proceso electoral. Restitución inmediata. Alto a los despidos.
Estamos contra los régimenes especiales de contratación laboral, contra las servis, contra la superexplotación. Nivelación salarios por rama y género de acuerdo al costo de vida.
Estamos contra el tratado transpacífico que es acuerdo colonialista fomentado por el gobierno norteamericano en beneficio de sus grandes corporaciones. No al TPP. Revisión de los tratados que mellen nuestra soberanía nacional.
Propugnamos por el autogobierno obrero y popular y por la construcción de una sociedad superior a la actual con democracia directa, una sociedad socialista.

Historia de las promesas electorales
Un breve repaso a la historia electoral de los últimos 30 años nos muestra una constante de cada  elección: el anhelo popular de grandes cambios sociopolíticos y económicos que luego del voto son vilmente traicionados.
En las elecciones de 1990 el país vivía una fuerte polarización política. Los peruanos vivíamos una galopante inflación y descontrol económico e inestabilidad política-social bajo el 1er gobierno aprista de Alan García. El candidato de la derecha Mario Vargas Llosa planteaba un shock económico que era rechazado por los trabajadores y sectores populares. Entonces apareció de entre la multitud de Alberto Fujimori, que planteaba: “honradez, tecnología y trabajo”. Fujimori era un personaje gris y desconocido hasta entonces. Para crecer en las encuestas ofreció no shock, es decir, contra la derecha representada por Vargas Llosa. Ganó las elecciones con el apoyo de casi toda la izquierda de entonces. Una vez electo su primera medida fue aplicar un brutal shock económico que pagamos los peruanos, no los empresarios. Esa medida creo bolsones de miseria y pobreza extrema. Pocos meses después, la noche del 5 de abril de 1992 dio un golpe de Estado que encaminó al país en una historia negra que todos queremos dejar atrás. Con el pretexto del combate al terrorismo persiguió y eliminó todo tipo de oposición política. Dirigentes sindicales y populares fueron detenidos y miles desaparecidos. Reprimió, persiguió, encarceló y asesinó impunemente a quienes se le oponían. Compró la prensa escrita y la TV en la salita del Servicio de Inteligencia Nacional (SIN). Fomentó, junto con su socio Vladimiro Montesinos la narcopolítica via narcoaviones presidenciales. Mediante la constitución bastarda del 93, hecha a su medida, favoreció al gran capital y privatizó todo lo que pudo. Fujimori robó al país en favor de sus hijos, familiares y allegados. Este período oscuro de nuestra Historia terminó con el escándalo de los vladivideos que pintó de cuerpo entero a la dictadura de los años 90, terminó con la fuga de Fujimori y su renuncia por fax tras una gran movilización nacional de “los cuatro suyos”.
A la caída de Fujimori, sobrevino un periodo de transición, hábilmente aprovechado por mafias políticas para negociar el “retorno a la democracia”. El país volvía al Estado de Derecho, es decir, se abrió un nuevo período de vida política que, sin embargo, heredó elementos del régimen anterior, su constitución bastarda, todo un andamiaje legal y la existencia de partidos políticos mafiosos que fomentaron la cultura de la corrupción y la impunidad. En este marco ha ido creciendo la inseguridad, el sicariato y de la existencia de bandas criminales, gran parte de ellas formadas por ex policías.
El año 2001, se realizaron las primeras elecciones post dictadura. Estas se realizaron bajo el manto de una antidemocrática ley electoral, heredada de la dictadura fujimorista, que imposibilita la participación obrera y popular con candidatura propia. Entonces el pueblo peruano optó por el “cholo”, Alejandro Toledo. Una vez en el poder, Toledo no hizo otra cosa que alinearse con los poderosos y los planes norteamericanos. El “cholo de Harvard” se había convertido en un agente de intereses extranjeros. Terminó su gobierno repudiado por la población y por ser un gobierno continuista del modelo económico neoliberal impuesto el año 92 por la dictadura. La situación de la clase obrera continuó deteriorándose bajo leyes de flexibilización laboral, en particular en los sectores minero-metalúrgicos, especialmente los tercerizados y precarizados, en los obreros y obreras de la industria textil, alimentos y del agro-negocio.
El 2006, vinieron nuevas elecciones, también bajo la antipopular ley electoral fujimorista. Nuevamente, ante la falta de alternativa de un gobierno de los trabajadores, reapareció la figura de Alan García, que sabiendo que la población seguía buscando una alternativa de cambio, ganó las elecciones con el eslogan “cambio responsable”, para captar el voto joven utilizó la imagen de la “estrellita reggaetonera”. Está fresca en la memoria el baguazo, los faenones, y narcoindultos. La corrupción durante su gobierno creció y se fue arraigando como algo normal. El de García fue un gobierno totalmente ligado a la derecha y los empresarios. Por supuesto no hubo “cambio responsable” sino una mafia política que capturó el estado como un botín.
En las elecciones de 2011, ofreciendo un programa para la transformación del país ganó Ollanta Humala. Pero fue uno más que terminó traicionando sus promesas y gobernando a espaldas del pueblo que lo eligió. Se transformó en un títere del poder capitalista y termina su mandato gobernando para los ricos y transnacionales, es repudiado e investigado por enriquecimiento ilícito.
Como se puede comprobar las elecciones son una tribuna para crear ilusiones, hacer todo tipo de promesas y engañar al pueblo, que termina eligiendo a su próximo verdugo. La experiencia de todas las elecciones anteriores nos muestra que gane quien gane, ganan los ricos y los inversionistas extranjeros, mientras crece la desigualdad y la exclusión de millones de peruanos y se mantiene en el atraso zonas enteras del país.

Juventud Socialista Cusco

Marzo, 2016

Imágenes: Álvaro Portales y Carolos Tovar "Carlín"