lunes, 1 de abril de 2013

Imperialismo y recolonización cultural



Sólo el marxismo puede hacer entender la situación del arte y la cultura en América Latina hoy.
Cualquier debate sobre la cuestión del arte y la cultura hoy en Brasil y el conjunto de América Latina debe partir del hecho de que el control e injerencia del imperialismo sobre la estructura política y económica de los países latinoamericanos fue generando, tal vez en un ritmo un poco más lento, más no por ello menos profundo, alteraciones estructurales también en el modo de producción cultural de estos países.
No es posible entender la situación de la cultura en los países de América Latina sin tener en cuenta la penetración imperialista. En las Tesis de fundación de la IV Internacional, escritas en 1938, Trotsky ya resaltaba el lugar de América Latina como una de las principales esferas de influencia del imperialismo norteamericano. “Ellos proclamaron su intención de mantener esa hegemonía contra la intromisión de los imperialismo europeo y japonés. La forma política de esa proclamación fue la Doctrina Monroe que, desde el inicio de una política claramente imperialista al final del siglo XXI, viene siendo interpretada por todas las administraciones de Washington como el derecho del imperialismo norteamericano una posición dominante en los países de América Latina previamente a la conquista de ser su explotador exclusivo”.
Lenin ya demostró que en su fase imperialista el capitalismo se transformó en un sistema universal de dominación colonial y estrangulamiento financiero de la inmensa mayoría de la población del planeta por un puñado de países “adelantados”, por medio de los monopolios y los grandes bancos. Una cultura no podría salvarse o ser inmune a este contexto.
En la historia de las relaciones entre los Estados Unidos y los países latinoamericanos, las cuestiones culturales nunca fueron obviamente, las más importantes, pero siempre estuvieron presentes y fueron tratadas como indispensables a la manutención de la hegemonía del imperialismo norteamericano en el hemisferio. Como dice Octavio Ianni “Ellos reconocieron que una ‘industria del conocimiento’, un ‘frente ideológico’ y una ‘conquista de las mentes’ era fundamental para la consolidación y extensión de su hegemonía” (Imperialilsmo y Cultura)

Durante la Guerra Fría la política cultural del imperialismo se tornó más agresiva delante de la necesidad de contraponerse a la idea del socialismo, que reflejaba la onda revolucionaria que recorría por el mundo, a pesar del dominio burocrático de la URSS. La ingerencia del Banco Mundial fue decisiva. Creado en 1944 en la Conferencia de Bretton Woods para la reconstrucción de los países devastados por la Segunda Guerra (1939-45), esta banca pasó a financiar proyectos destinados a la infraestructura económica, de energía y transporte en América Latina y África como una manera del imperialismo económico de ampliar sus áreas de influencia. Eso fue particularmente intenso en la década del 70, en la gestión de Robert McNamara (1968-81), ex secretario de Defensa y uno de los responsables por la guerra contra Vietnam.
Las dificultades de la guerra, la amenaza de una onda revolucionaria que recorría el mundo y un creciente sentimiento antinorteamericano en los países coloniales y semi-coloniales imponía la revisión de su estrategia imperialista. Entonces el Banco Mundial pasa a crear programas para atender necesidades de las poblaciones “necesitadas”, más propensas al “comunismo”, por medio de escuelas técnicas, programas de salud y control de la natalidad. Muchos de esos programas tenían como objetivo a las mujeres, ya que el Banco Mundial consideraba que el crecimiento demográfico en los países periféricos se convertía en un impedimento para una mejoría en las condiciones de vida, y por ello era preciso reducir las tasas de fecundidad, ampliando el acceso de las mujeres a la educación.
En 1961, una conferencia en Punta del Este tuvo un punto específico sobre las relaciones culturales EEUU-AL y fue aprobada una resolución “recomendando” que los países latinoamericanos adopten programas decenales de educación, siguiendo las directrices impuestas por el Departamento de Estado norteamericano. Es interesante señalar que en esa Conferencia fueron adoptados programas comunes entre EEUU y América Latina para hacer frente a las repercusiones de la victoria de la revolución en Cuba. Por lo tanto, todo lo que fue aprobado allí tenía ese carácter, el de alertar a las burgues´+ias latinoamericanas contra las amenazas de “subversión comunista”. Los EEUU asumieron la gestión de negocios relativos a la educación, la ciencia y la cultura en los países latinoamericanos, áreas que, a pesar de ser complejas y dispendiosas, son claves para la dominación colonial. Como dice Eduardo Galeano, “cada vez que el imperialismo exalta sus propias virtudes, conviene revisar sus bolsillos”.
La industria cultural del imperialismo
Durante ese periodo ocurrió un salto de la fabricación industrial de la cultura y la transformación de todo objeto artístico en mercadería. ¿Y cuál fue el resultado? La Historia dio su veredicto. Nada de eso tiene que ver con lo que dicen los autores de best-sellers surgidos en los últimos tiempos que exaltan la “aldea global”, como Alvin Tofler “la buena nueva de una sociedad feliz, marcada por la exuberancia de la técnica y la comunicación de los hombres en una consciencia planetaria”. Para los países coloniales y semi-coloniales, esa sociedad feliz nunca estuvo más distante, porque ese proceso ocurrió durante los años 80, con la crisis de la dueda externa y la introducción de las políticas neoliberales que profundizaron el abismo entre las clases y la desigualdad en el acceso a los bienes culturales.
Hubo un salto en el proceso de recolonización de América Latina, con un aumento inédito de la penetración del capital extranjero y la desnacionalización de las economías latinoamericanas. En la revista Marxismo Vivo, refiriéndose a ese proceso de recolonización de américa Latina, José Welmovick señala que “De conjunto la ofensiva recolonizadora trata de transformar la burguesía nativa de socia menos del imperialismo en gerente de empresas de este, en el sentido de que ya tiene su lucro de las cuotas de plusvalía que pertenecen a los inversores extranjeros y, en el mejor de los casos, administran la propiedad de otros y no las suyas. La ofensiva recolonizadora trata también de transformar los gobiernos e instituciones en títeres del imperialismo, en sus administradores coloniales”.
Como expresión de la ausencia de un proyecto nacional desarrollista y la conversión de las burguesías nacionales en gerentes de las empresas extranjeras, ese proceso implicó igualmente la ausencia de un proyecto de construcción de una cultura nacional. E igualmente, la “aldea global” no significó un espacio común para el contacto entre las diferentes culturas nacionales como conformación de una cultura universal. Lejos de eso, sobre bases capitalistas e impuestas por el imperialismo, el resultado fue la homogenización, una cultura estandarizada, nivelada hacia abajo y puesta al servicio precisamente del proceso de recolonización.
La ola de privatizaciones alcanzó a empresas que, bien o mal. Invertían en la cultura. La reducción del papel del Estado en áreas públicas fundamentales como la escuela, la salud y la cultura abrió espacio para la invasión del capital privado. En el artículo “adiós a las ilusiones de autonomía del arte” Ina Camargo Costa Señala que con Tatcher en Inglaterra y Reagan en EEUU, durante los años 80 “Las grandes corporaciones multinacionales direccionaron sus tentáculos hacia el negocio del arte, especialmente en el ‘gran arte’. Aquella década vio el poder del dinero corporativo pautando la arena cultural en una escala hasta entonces desconocida. El arte pasó a ser objeto de demanda no sólo como una inversión financiera, sino también como un instrumento de propaganda institucional por un sector que hasta entonces era visto como un enteramente ignorante del asunto e indiferente a él”.
Se quebró así mismo la concepción burguesa de que el acceso a la cultura es un derecho democrático de todos los ciudadanos. Salen los artistas, entran los hombres de negocios. Bancos y corporaciones señalan sus propios curadores, atribuciones antes restringidas a museos y galerías de arte públicos. Se forman sus propios departamentos de arte o transforman las galerías y museos en vehículos propios de relaciones públicas. A tal punto que hoy el sello de calidad de una obra artística es dado por el número de logotipos de empresas que imprime en su material de divulgación.
El patrocinio cultural fue la gran jugada que vino junto a la llamada responsabilidad social. Estudios de “Business for Social Responsability”, organización creada en 1992 en los EEUU indican que las empresas con mayor grado de responsabilidad social son, a largo plazo, las más lucrativas.
La IBM, ya en 1983, lanzó un proyecto, Encuentro Marcado con el Arte, que consistía en llevar escritores a las universidades para hablar a los alumnos. Al mismo tiempo comenzó a patrocinar proyectos en teatro, danza y música como el Ballet Bolchoi, Jazz de Montreal, All Star Gala y Montreal Street Dance Chicago. En 1999 implementó el proyecto Nuevo Canto en el cual artistas renombrados participaban en shows de lanzamiento de un nuevo talento de la MPB, reforzando la asociación entre marca e innovación. El Banco de Boston utiliza la música erudita como marketing vía los Conciertos BankBoston creados en 1992, viene ocurriendo año a año por medio de asignaturas pagadas y conciertos gratuitos. Además de poder comprar suscripciones de antemano, los depositantes bancarios tienen un descuento sobre su precio. En el caso de la Fiat su público objetivo son los jóvenes. Para ello creo en 1997 el programa Fiat para los jóvenes para reforzar la imagen de jovialidad de la empresa y de sus productos en Brasil. Altas sumas de dinero son destinadas a esos proyectos. El presupuesto medio anual del programa cultural del Bank Boston es de 1 millón de dólares. La Coca Cola invierte fuerte desde 1990 en el área de educación, destinando más de 100 millones de dólares para proyectos educacionales en varios países del mundo, incluido el Brasil.
Microsoft, Nokia, Intel, Disney, McDonald’s, AT&T y Ford son otras multinacionales que invierten en cultura en toda América Latina, sobretodo en Brasil. La Ford, por medio de Ford Fundation patrocina las artes y proyectos educacionales buscando “identificarse con la comunidad”, al mismo tiempo que ejerce una persecución sistemática contra los activistas sindicales y no duda en despedir a los obreros durante la crisis.
La retórica de Ford no condice con sus acciones: “A medida que nos esforzamos por ser un líder colaborador en la búsqueda de un mundo más sostenible, la ciudadanía corporativa se ha convertido en una parte integral de todas las decisiones y acciones que tomamos. Creemos que la ciudadanía corporativa se demuestra en lo que somos como empresa, tales como conducimos nuestro negocio y cómo cuidamos por nuestros empleados y la manera en cómo interactuamos con nuestro mundo en general.es nuestra aspiración estar entre las empresas más respetadas, admiradas y confiables de todo el mundo”
Shell ha estado en Brasil desde hace más de 80 años y hace 50 actúa en el ámbito de la cultura. "Esta unión de la empresa con la actividad artística produce resultados innegables. No es que Shell se basa en este tipo de iniciativa para vender sus productos, pero al igual que cualquier otra empresa, tiene que ser bien visto, tienen una imagen amistosa entre la población. El apoyo a la cultura contribuye en gran medida para que la imagen de la empresa sea positiva". (João Madeira, Gerente de Comunicación). Mientras tanto, Shell no está muy preocupada con la defensa o preservación del medio ambiente, sino no sería una de las empresas que más polución que últimamente hubo dos escándalos que involucraban a Shell y que fueron ampliamente divulgados: el envenenamiento del agua en Paulina, una región de Campinas, Villa Carioca, en Sao Paulo, provocando inclusive la muerte de adultos y niños.

El arte también sirvió para darle un rostro “más humano” al proceso de privatización de las empresas estatales durante los años noventa. La privatización de telefonía que pasó a manos de la española Telefónica, que sólo en 1999 invirtió cinco millones de reales en proyectos culturales y se hizo conocida en poco tiempo, patrocinando exposiciones que han tuvieron apoyo de los medios de comunicación, tales como Picasso, Esplendores de España, Raoul Dufy, y  de Picasso ll Barceló. Fue el caso también del Banco Santander en Porto Alegre para promover actividades culturales y artísticas. En esos casos específicos el arte ayudó a viabilizar una política de apropiación de empresas estatales que dejó en la calle a millones de trabajadores en Brasil y en toda América Latina.

White Martin recibió el premio en 1997 “Patrono de la Cultura de Brasil conferido por el Ministerio de Cultura por los servicios prestados al "rescate" de nuestra cultura. De acuerdo con la revista Marketing Cultural, la empresa, que invierte en proyectos culturales desde la época de la Ley Sarney, logró remontar en términos de imagen que habría costado un 50% más que el total invertido en los proyectos.
En esa relación promiscua entre capital y cultura, las empresas escogen el tipo de proyecto que va a patrocinar. Y con eso el arte que más se reproduce hoy es aquello hecho a imagen y semejanza de la burguesía y de sus valores. No es difícil ver gerentes de empresas opinando y decidiendo sobre el arte, rechazando este o aquel tema controversial o interfiriendo en escenas de piezas teatrales cubriendo el espacio de una exposición fotográfica con logotipos, transmitiendo largos anuncios antes del inicio de una pieza teatral o insertando fragmentos de difusión de sus productos en películas u otras obras.

Los artistas y productores culturales pasarán a vivir en función de las empresas. El modelo para las actividades culturales sigue estrictamente los planes promocionales de las empresas de promoción de ventas. 1) ¿El proyecto genera sinergia con la campaña publicitaria? 2) ¿Qué cantidad de publicidad es prevista en el proyecto? 3) ¿Hay flexibilidad para implementar promociones asociadas? 4) ¿Cómo podrían ser generadas actividades promocionales que refuercen el mensaje del patrocinio del proyecto y la asociación del proyecto a nombre de la  empresa? 5) ¿Tendrá participación de personalidades relacionadas al tema propuesto?
En fin, son requisitos que la mayoría de las veces son encajan con el proyecto, entonces el artista acaba haciendo adaptaciones para poder recibir financiamiento. Esa práctica ya está tan extendida que viene sirviendo de modelo para todo tipo de proyecto cultural, inclusive para aquellos que requieren fondos públicos, o sea, las empresas y bancos están reestructurando el área cultural según su imagen y semejanza.
Además del retorno en imagen, las empresas que patrocinan las artes son tratadas como beneméritas. El arte dignifica lo que es indigno: el capital, la explotación del trabajador, el saqueo de las riquezas, el lucro desmedido, en fin, todos los males del capitalismo son “perdonadas” cuando se recubren del aura de una sinfonía de Mozart, por los colores vibrantes de una pintura de van Gogh, con las formas inusitadas de un Picaso o el ritmo alucinante de una banda de rock.

En Defensa de la Cultura
Cuando en los años 50, los teóricos de la escuela de Frankfurt denunciaron la industrialización de la cultura por el capitalismo, Theodor Adorno dice que era preciso enfrentar ese proceso y que “la lucha contra la cultura de masas sólo podría ser llevada adelante si mostraba la conexión entre la cultura masificada y la perspectiva de la injusticia social”.
Predominan en el área de la cultura hoy, las relaciones monopolistas, con grandes compañías repartiéndose entre sí las áreas de influencia –Ford en educación, IBM y Bank Boston en la música erudita, Telefónica en las artes plásticas, Petrobras en el cine y el teatro. Esas áreas son controladas por una oligarquía financiera que reparte las cartas e impone las reglas de juego, forma sus lobbies en el congreso, tiene sus políticos de confianza y presiona al gobierno para cambiar las leyes de patrocinio de acuerdo con sus intereses del momento.
Tenemos, por otro lado, la transformación del arte en su opuesto. De expresión de emociones de liberación o, lo que es lo mismo, de concientización humana, el arte viene siendo usado para encubrir la explotación la opresión y la dominación de los pueblos.

Esa relación cada vez más íntima entre cultura y empresa, entre arte y capital, dio origen a todo tipo de interpretación. Algunos ven la industria cultural como progresiva, porque sería una manera de democratizar el arte, la población pasaría de este modo a tener amplio acceso a la cultura apoyada por los avances tecnológicos. Otros hablan de mundialización de la cultura, ya no más en el sentido de internacionalización o cultura globalizada, pero un fenómeno social total que impregna el conjunto de manifestaciones culturales, una totalidad cultural. Hoy nosotros no tendríamos más una sumatoria de culturas nacionales, pero sí una totalidad, una cultura mundo, una cultura industrializada. “Una cultura mundializada corresponde a una civilización cuya territorialidad se globalizó” dice Renato Ortiz.

A pesar de reconocer que la fabricación industrial de la cultura (películas, series de TV, etc.) y la existencia de un mercado mundial exigen un patrón o estandarización de los productos. Ortiz (*) no ve aquí una homogenización, una estandarización porque continuará habiendo un espacio para todos “Una civilización promueve un patrón cultural sin con esto implique la uniformización de todos”.

Esta concepción que está muy arraigada hoy en día, da a entender que hoy tenemos una mundialidad cultural, como sinónimo de unidad, como si la cultura fuese neutra y pudiese ser vista separada de sus condiciones materiales de producción aislada de las relaciones entre las clases., en verdad la industria cultural funciona como una tentativa de neutralizar la lucha de clases, de apagar la diferencia entre ellas, como si fuese un vínculo que une a todas las personas, independientemente de su ubicación social. Todos ven las mismas novelas en la Tv, compran los mismos cuadros o escuchan los mismos discos. Y con eso se profundiza la diferencia entre la sofisticación tecnológica en el área cultural y la miseria cada vez más generalizada entre las masas.

Crecen los sectores marginalizados de todo, igualmente los miserables productos de la industria cultural. Se profundizan las discriminación contra los negros, los inmigrantes, las mujeres, los homosexuales.

Lo que tenemos de verdad es una degradación generalizada del arte y una subordinación total de la cultura por el capital. Si esto es grave en el mundo entero, más grave todavía lo es en países oprimidos y saqueados por el imperialismo. En la cultura se manifiesta también el carácter de clase. La decadencia de la creación artística es inseparable del progreso de la civilización burguesa, dice Marx. Todo lo que es necesario y progresivo para el establecimiento de una cultura verdaderamente humana –romper con el aislamiento entre los pueblos para que la producción cultural de un país se vuelva patrimonio común de todos- se vuelve contra la cultura. Bajo la dominación imperialista, esa supuesta mundialización de la cultura termina siendo un remedo de la cultura-mundo, una caricatira de aldea global porque está asentada sobre la opresión de los pueblos, el analfabetismo de millones de personas, mantenidas en la ignorancia y alienación sobre su verdadera condición humana.

La cultura y la necesidad de la revolución socialista
Como Marx debemos tener una visión de la cultura estrechamente vinculada al proceso de la revolución socialista y percibir que la disparidad entre la situación de la cultura en el capitalismo y las enormes posibilidades abiertas a ella por el desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad se debe a las contradicciones del “período burgués de la historia” como dijo Marx.

Esa situación torna imperiosa la lucha de los artistas en defensa del arte y de la democratización de la cultura como una lucha contra el imperialismo, contra los efectos de la recolonización de nuestros países, contra los monopolios y las políticas frentepopulistas de gobierno. Ya en los años 30, el gran dramaturgo alemán Bertold Brech llamaba la atención de los artistas para esa necesidad “Los grandes engranajes orientan la creación artística según sus propios criterios. Pero entre los intelectuales persiste la ilusión de que ellas quieren la valorización de su trabajo y, lejos de ejercer influencia sobre ese fenómeno, juzgado como algo secundario, deja que ellos orienten su trabajo”Esa falta de visión de los compositores, escritores y críticos tiene enormes consecuencias y a las cuales se les presta generalmente poca atención. Convencidos de poseer lo que realmente tienen, defienden un aparato o engranaje que no existe como creen, al servicio de los creadores, pero que, por el contrario, se vuelve contra ellos y por lo tanto contra su propia creación. El trabajo de los creadores no es más que la obra de proveedores y asistimos al nacimiento de una noción de valor cuyo fundamento es la capacidad de explotación comercial”.

Esa lucha de los artistas debe ser parte de la lucha de toda la clase trabajadora en defensa de la cultura, no sólo en defensa del empleo y del salario. Su lucha económica tiene que ir asociada a la lucha política y cultural, porque la dominación cultural por parte del imperialismo es parte integrante de la explotación económica de la clase trabajadora.

Mientras que la burguesía sea la clase dominante y posea los medios de producción, no habrá salida para el arte. "El problema radica en el hecho de que las ruedas no pertenecen a la comunidad”, dijo Brecht. “Los medios de producción no son aun propiedad de aquellos que producen, de modo que el trabajo tiene la característica de ser auténtica mercadería sujeta a las leyes del mercado -no se puede fabricar sin los medios de producción (sus engranajes)​​…"

Para rosa Luxemburgo “el proletariado, no posee nada, no puede, en su marcha hacia adelante, crear una nueva cultura y preservarla al mismo tiempo en los marcos de la sociedad burguesa. Todo lo que puede hacer hoy es proteger la cultura de la burguesía contra el vandalismo de la reacción burguesa” (1903).
El proletariado no tendrá tiempo de construir su propia cultura al derrotar la sociedad de clases. Pero la revolución rusa en el poco tiempo que sobrevivió antes de su burocratización stalinista, es un ejemplo para el mundo entero de cómo la socialización de los medios de producción pueden servir al pleno desenvolvimiento artístico.
En contraste entre la situación real del arte bajo el capitalismo y las enormes posibilidades abiertas a ella por el desenvolvimiento de las capacidades productivas de la sociedad es meramente una instancia de las contradicciones sociales del período burgués de la historia, de acuerdo a una expresión de Marx. La situación es tan grave que entre los artistas en sentimiento general es de frustración porque no ven salida para el arte.
Sin embargo, el materialismo histórico ha demostrado que el desarrollo de la humanidad, el avance o retroceso siempre están relacionados. Es con esta concepción dialéctica de la historia que tenemos que mirar el arte y percibir que la decadencia de la creación artística de hoy es inseparable del desarrollo de la sociedad burguesa. Esta interpuso un verdadero abismo entre el trabajo manual y el intelectual y calificó todo trabajo intelectual y artístico como algo superior. Pero esos trabajos “superiores” también se convierten en mercaderías, perdiendo su verdadera aura, como dijo Walter Benjamin.
Desde sus inicios el capitalismo atribuyó un trabajo puramente comercial al trabajo de los artistas, de los científicos, de los escritores. Para Marx ese “desprecio” con el que la sociedad burguesa trata al arte se convierte en un poderoso factor revolucionario. “el nihilismo del modo burgués de producción es al mismo tiempo su mayor mérito histórico. Todo lo que es sagrado es profanado y los hombres al fin se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocas. Es necesario y progresivo destruir ilusiones y arrancar de raíz los vínculos que unen al hombre a las antiguas formas sociales. Esa es una condición necesaria para el establecimiento de una cultura humana verdaderamente universal”
Trotsky veía el arte como espejo de la realidad. El arte que tenemos hoy como dominante es el arte hecho a imagen y semejanza del capital y es usada por la burguesía para encubrir la verdadera realidad en que viven millones de trabajadores y campesinos, millones de personas marginalizadas y oprimidas en el mundo entero.Pero Trotsky también dice que el arte puede ser, además de un espejo, el martillo que ayudará a transformar esa realidad. Y, como un martillo, reflejará la necesidad del hombre que quiere su emancipación, reflejará la angustia del pueblo que lucha para liberarse de la explotación, de la miseria y de la alienación.
Por eso, la cuestión del futuro del arte no es una cuestión abstracta, por el contrario es un problema de la clase trabajadora, incluyendo a los artistas y todos los trabajadores de la cultura que precisan unirse no solo en una lucha económica y política, sino también en defensa de la cultura. Es defender la cultura y antes que nada combatir el imperialismo, destruir la sociedad burguesa y construir el socialismo para terminar con la disparidad entre el desarrollo social y el desarrollo artístico, abriendo los horizontes para el florecimiento amplio de un arte verdaderamente libre y humano.
Cecilia Toledo
Revista Marxismo Vivo